AUTOR: María Claudia Walker Herrera
EDITORIAL: CENTRO BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, 2021
El turismo rural puede ser considerado desde varias entradas o, mejor aún desde todas ellas a su vez, como parte de un enfoque articulador. Lo más importante es considerar el turismo rural desde un enfoque de desarrollo territorial, concatenado a las potencialidades y capacidades existentes en el espacio geográfico y cultural en el cual se participa, constituyéndose en un nicho alternativo al turismo convencional extractivista, sustentado por grandes empresas que controlan los principales circuitos, operadores locales y puntos de atracción, dejando pocos beneficios para las poblaciones locales. La integración de esta actividad en la planificación local y regional puede contribuir a los procesos de aprovechamiento armónico de los recursos, así como generar o ser sujetos de los beneficios de la presencia del Estado, como la conectividad, la infraestructura, la financiación y la promoción. Por el contrario, en muchos casos la ausencia o las limitaciones en esa articulación territorial deviene en desajustes en los procesos de aprovechamiento armónico o planificado, y hasta en tensiones y conflictos entre y con actores locales. Así, el turismo rural concebido desde un enfoque de economía solidaria, se suma a los esfuerzos por generar alternativas de medios de vida mediante un intercambio justo (social, cultural, económico y ambiental), aprovechar las ventajas competitivas que tiene el país en este sector, insertarse en las cadenas globales de valor y beneficiar a las poblaciones locales que lo promueven, sin distorsionar sus costumbres y estilos de vida. Serán los usuarios de este instrumento quienes, a través de su aplicación en las actividades con los actores locales, continuarán validando y enriqueciendo su contenido. Lo más importante será su contribución a reforzar la valoración que tiene el turismo rural para el desarrollo humano, especialmente de las comunidades campesinas.
Reseña