CENTRO BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
SEMINARIO REGIONAL ANDINO AMAZÓNICO
DE AGROECOLOGÍA Y SOBERANÍA ALIMENTARIA
Construyendo agendas y alianzas globales desde los espacios territoriales
conferencia 01
LA TRANSICIÓN A LA AGROECOLOGÍA Y LA SOBERANÍA ALIMENTARIA: OPORTUNIDADES Y DESAFÍOS
Fecha: 15 de octubre de 2020.
Presentación:
- Valerio Paucarmayta. Centro Bartolomé de Las Casas (CBC). Perú.
- Germán Jarro. Director de Fundación AgrecolAndes. Bolivia.
Expositor:
- Miguel Ángel Altieri. Universidad de California. Estados Unidos.
Panelistas:
- Saray Siura. Universidad Nacional Agraria de La Molina (Unalm). Lima, Perú.
- Nataly Pinto. Rikolto, Perú.
- Mauricio García. SwissAid y Red de Semillas. Colombia.
- Henkjan Laats. Cross Cultural Bridges. Holanda.
Moderador: Tarcisio Aguilar. Red Colombiana de Agricultura Ecológica (Recab). Colombia.
Valerio Paucarmayta es economista. Trabaja promoviendo el enfoque de agroecología y agricultura familiar. Ha sido director del CBC y actualmente es coordinador regional del programa Transiciones a la Agricultura Campesina y Soberanía Alimentaria (Tacsa).
Germán Jarro es director del Centro de Información e Intercambio para la Agricultura Ecológica, Fundación AgrecolAndes, Bolivia, constituida por varios socios en América Latina, entidad que promueve el enfoque agroecológico y el conocimiento asociado a ellos.
Miguel Ángel Altieri es ingeniero agrónomo, especializado en entomología y en agroecología para el diseño de sistemas productivos biodiversos y resilientes. Actualmente es profesor en el Centro Latinoamericano de Investigaciones Agroecológicas de la Universidad de California.
Saray Siura es ingeniera agrónoma, especialista en producción y extensión agrícola, y horticultura con enfoque agroecológico en pequeña agricultura. Actualmente es docente de la Universidad Nacional Agraria de La Molina (Unalm) y miembro de la Sociedad Latinoamericana de Agroecología.
Nataly Pinto es economista y especialista en desarrollo sostenible territorial en la Universidad Pontificia Católica de Ecuador. Actualmente es directora del programa de sistemas alimentarios sostenibles de Rikolto en Sudamérica y trabaja en proyectos en países de varios continentes.
Mauricio García es ingeniero agrónomo, especialista en desarrollo rural en la Universidad Nacional de Colombia. Trabaja en SwissAid acompañando procesos agroecológicos con comunidades afro, indígenas y campesinas, y en el programa de semillas de identidad y promoción de territorios libres de transgénicos.
Henkjan Laats es economista, especialista en agroecología en cultivo de cacao, manejo de recursos naturales, gestión integral de recursos hídricos y transformación de conflictos. Trabaja estos temas en diferentes países de América Latina. Actualmente es director de Cross Cultural Bridges, Holanda.
PRIMER BLOQUE
PRESENTACIÓN
Valerio Paucarmayta
Centro Bartolomé de las Casas (CBC)
El presente evento busca poner en relieve el tema de la agroecología más allá de su sola dimensión productiva y ambiental, como una apuesta política y la promoción de un modelo alternativo que se preocupa fundamentalmente por la soberanía alimentaria, la sostenibilidad y el desarrollo social de los pueblos.
INTRODUCCIÓN
Germán Jarro
Fundación Agroecol Andes
La necesidad de promover el enfoque agroecológico en la soberanía alimentaria y de promover la resiliencia de los ecosistemas en las zonas rurales, constituye un desafío para incidir en las políticas públicas posicionando estos conceptos y prácticas desde una mirada global,y para contribuir al análisis de las propuestas agroalimentarias alternativas a los modelos extractivistas de producción de alimentos. Se debe, además, hacer investigación e intercambio de experiencias, formar grupos de trabajo, y realizar acciones más globales en los temas de la agroecología y la soberanía alimentaria, y, en este caso, culminar con la formación de un grupo impulsor del seminario hacia adelante.
EXPOSICIÓN
LA TRANSICIÓN A LA AGROECOLOGÍA Y LA SOBERANÍA ALIMENTARIA: OPORTUNIDADES Y DESAFÍOS
Miguel Ángel Altieri
Universidad de California (Estados Unidos)
Con el fin de visibilizar las oportunidades y desafíos de la agroecología y la soberanía alimentaria en el marco del modelo de desarrollo actual, es necesario abordar el proceso de la transición a la agroecología y la soberanía alimentaria.
La agroecología en América Latina
Los principios de la agroecología radican en el conocimiento y las prácticas acumuladas por la agricultura campesina e indígena, aunque ni campesinos ni indígenas hayan usado históricamente este término. En Latinoamérica desde los 80, progresó rápidamente la agroecología, adoptada en primer lugar por organizaciones no gubernamentales, como el Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (Maela), preocupadas por las consecuencias ecológicas y sociales de la denominada Revolución Verde. También emergió con la preocupación de los impactos de los pesticidas en el control natural de plagas y el medio ambiente, los cuales impulsaron el desarrollo de formas alternativas de agricultura para reducir la carga de agrotóxicos en los ecosistemas.
Transferencia de tecnologías ahorradoras de mano de obra
Históricamente se percibió el hambre en América Latina como resultado de las brechas entre producción agrícola y población. Ésta estaba creciendo en forma veloz y la producción de alimentos no alcanzaba a cerrar esas brechas, por lo que hubo varias revoluciones tecnológicas trayendo tecnologías de Estados Unidos, sobre todo la Revolución Verde y últimamente los transgénicos. Para ello se crearon el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat) en Colombia y el Centro de Investigación Agrícola (Ciap) en Perú, entre otros con la idea de traer estas tecnologías a América Latina, que básicamente no eran de escala neutra ni fueron apropiadas para los campesinos, quienes vivían en condiciones muy diferentes a donde se generaron. Los campesinos fueron anulados por la modernización agrícola porque en América Latina viven marginados y no tienen acceso a las tecnologías, están en zonas infértiles y sin acceso a riego. Así, menos del 20 % de los campesinos adoptaron las variedades mejoradas (híbridas), pues las tecnologías fueron impuestas y no emergieron de un proceso participativo ni fueron apropiadas para sus necesidades, y solo favorecieron a grandes agricultores con acceso a capital y buenas tierras. Hoy en día, a pesar de la oposición de los ambientalistas en el mundo, se utiliza 2,3 billones de kilos de diferentes pesticidas con ingrediente activo de herbicidas, insecticidas, y fungicidas, y América Latina sigue aumentando su utilización a través de la venta de pesticidas que importa. De estos pesticidas, sólo el 1 % de lo que se aplica alcanza a las plagas, el resto se dispersa en el suelo, aire, agua y la vida silvestre, causando impactos muy altos. Por ejemplo, en Estados Unidos se ha cuantificado que los impactos ambientales y en salud humana significan más de $ 10 billones por año. Estas son externalidades que paga la sociedad. Unos 26 millones de personas por año en el mundo se envenenan por el uso de pesticidas, y si miramos el costo de los agroquímicos en términos de pérdida de biodiversidad, el impacto de los pesticidas cuesta alrededor de $ 100 billones debido a la pérdida de los enemigos naturales de las plagas, la eliminación de la biota del suelo $25 billones, y el bajo rendimiento por la falta de polinizadores, $15 billones a nivel global por año.
Pesticidas y sistema inmunológico
Otra cosa importante en esta pandemia es que la evidencia experimental y epidemiológica indica que muchos pesticidas de uso generalizado en el mundo son inmunosupresores y ejercen efectos adversos sobre la salud humana a través de la alteración transitoria o permanente del sistema inmunológico. Esto plantea un riesgo potencialmente grave para la salud de poblaciones altamente expuestas a enfermedades infecciosas y parasitarias, y ahora el Covid-19. Se debería cuantificar el costo de las externalidades de la agricultura industrial en general, no solamente el impacto de los pesticidas sino el modelo que causa la erosión, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, etc. Se calcula, por ejemplo, que en Inglaterra en 1996 el costo anual ha sido de £ 2342 millones, lo que significa 208 libras esterlinas por hectárea de tierra arable. A pesar que por años se ha alertado sobre la simplificación de la agricultura, vemos que continúa la homogeneización de los ecosistemas y de los paisajes agrícolas. Hoy en día, con el uso de los transgénicos, esto alcanza aproximadamente unos 195 millones de hectáreas, de las cuales muchas están en América Latina. Brasil, Paraguay, Argentina y Bolivia, países del centro de origen que pueden estar sujetos a contaminación genética, están adoptando estos productos transgénicos. El avance de los cultivos transgénicos, como la soya principalmente con más de 57 billones de hectáreas en Sudamérica, son parcialmente responsables de las pandemias que estamos viviendo hoy en día, porque al causar deforestación se rompe el hábitat de la vida silvestre que convive con los virus, entonces se liberan y entran en contacto con los seres humanos y con la ganadería.
Impactos ecológicos en centros de origen (contaminación genética)
Rank | Country | 2016 | 2017 |
1. | USA* | 75.0 | 75.0 |
2. | Brazil* | 50.2 | 51.3 |
3. | Argentina* | 23.6 | 23.9 |
4. | Canada* | 13.1 | 12.7 |
5. | India* | 11.4 | 11.6 |
6. | Paraguay* | 3.0 | .8 |
7. | China* | 2.8 | 2.9 |
8. | Pakistan* | 3.0 | 2.8 |
9. | South Africa* | 2.7 | 2.7 2.7 |
10. | Uruguay* | 1.1 | 1.3 |
11. | Bolivia* | 1.3 | 1.3 |
Fuente: Global Area of Biotech Crops in 2016 and 2017: by Country (million hectares).
Condenando a los agricultores al monocultivo y al glifosato
La soya transgénica, que es el 65 % de toda la tierra bajo transgénicos, condena a los agricultores al monocultivo, ya que no se puede diversificar estos sistemas ni hacer rotaciones, y los condena también al glifosato, del que ya se ha aplicado más de 10 millones de kg mundialmente desde 1974. El glifosato es considerado “probablemente cancerígeno” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que además es un potente disruptor endocrino, decrece la fertilidad en los hombres, etc. Asimismo, afecta el sistema digestivo de las abejas y tiene efectos negativos sobre la microbiología del suelo ya que actúa en un amplio espectro como un antibiótico. El uso continuo de estos herbicidas ha causado la espiral de un mayor uso de pesticidas debido a la resistencia de las malezas al glifosato; actualmente en América Latina hay 12 especies de maleza resistentes al glifosato. (Backlash. Weeds that tolerate glyphosate are starting to appear throughout the world. Service, R.F. A Growing Threat Down on the Farm. Science, 316 (5828): 1114-1117. 2007) Todo esto va acompañado del modelo de acaparamiento de tierras para biocombustibles, minería, plantaciones, etc. En América Latina hay un proceso intrarregional a través de grandes empresas y agricultores brasileros, argentinos, chilenos, que están tomando tierras en Paraguay, Bolivia y otros países, apoyados por los tratados de libre comercio y los procesos de industrialización y globalización. Esto se lleva a cabo bajo condiciones que obligan a los gobiernos a abrirse a la economía mundial, bajar tarifas, abrazar el comercio libre y dejar que sin restricción entren productos foráneos, incluyendo alimentos que también producen los campesinos, y a la vez promover la agroexportación y la privatización de servicios públicos, así como la extensión agrícola. Ello ha llevado a una agudización de los conflictos agrarios por la propiedad de la tierra y su concentración. En Chile y Colombia hay movimientos indígenas fuertes que reclaman la tierra, debido a que ha habido exclusión y desplazamiento del campesinado causado por la minería, plantaciones, agrocombustibles, etc. Esto genera atraso en las comunidades rurales donde hay pobreza, hambre, falta de oportunidades y mercados, desempleo, lo cual se agrava con el retorno de jóvenes que migraron del campo y que hoy vuelven a las comunidades rurales porque perdieron su trabajo en las ciudades debido a la pandemia. Entonces se da un proceso de descampesinización, donde los campesinos son llevados hacia una mayor dependencia del uso de tecnologías de la Revolución Verde, a la vez que son absorbidos por las relaciones de mercado y los ciclos de deuda. Las corporaciones y Estados foráneos acaparadores de tierra desplazan a los campesinos de sus territorios y los reconfiguran como zonas aptas para los agronegocios, la minería, el turismo y el desarrollo de infraestructura.
Dimensiones de la agroecología
La agroecología tiene dimensiones no solo productivas y ecológicas, sino también sociales y políticas, que son las más fuertes porque hunden sus raíces en el pensamiento y los movimientos sociales agrarios que surgieron en oposición a los primeros intentos de industrialización de la agricultura y que se han constituido como dialéctica entre la modernización capitalista y su resistencia.
Agroecología y movimientos sociales
La agroecología se distingue como una ciencia aplicada dentro de un contexto social, que problematiza las relaciones capitalistas de producción y se alía con los movimientos sociales agrarios. Numerosos movimientos organizados de raigambre indígena, como la Vía Campesina (LVC), consideran que el espiral de pobreza, sueldos bajos, éxodo rural, hambre y degradación ambiental, solo podrá́ detenerse mediante la transformación del modelo de agricultura industrial orientado a la exportación y vinculado al libre comercio. Estos movimientos defienden el concepto de agroecología como el fundamento tecnológico de la agricultura a pequeña escala, pero también como un pilar de la soberanía alimentaria, que busca la autonomía, los mercados locales y la acción comunitaria en pro del acceso y el control de la tierra, el agua, la agrobiodiversidad, etc. La Vía Campesina plantea que para tener soberanía alimentaria hay que tener acceso equitativo a la tierra, agua, semillas y otros recursos genéticos. De la misma manera, tener conocimiento, tecnología y saberes agroecológicos sustentables que sean exitosos y que funcionen. La organización social de los agricultores, pescadores, recolectores y organizaciones indígenas, junto con los consumidores, deben tener el apoyo del Estado a través de crédito, capacitación, infraestructura, educación, investigación y mercadeo, para que la agroecología sea apropiada por los campesinos. Asimismo, deben recibir protección contra precios predatorios, promoviendo precios justos para los productores locales. La agroecología es una ciencia que surge del diálogo de saberes, en los cuales hay contribución de la ciencia moderna (ecología, antropología, sociología, etnoecología, control biológico, ecología económica y ciencias agrícolas básicas) y los conocimientos tradicionales. De la investigación participativa en los campos de los agricultores surgen principios fundamentales como el “diálogo de conocimientos” intercultural entre los indígenas, campesinos y académicos agroecológicos. Así, juntos pueden apoyar los cambios políticos, sociales, ecológicos y culturales necesarios para promover la resiliencia, la equidad social y la salud planetaria. Los campesinos son el punto de partida, porque ellos han protegido y siguen protegiendo la agrobiodiversidad, son sus guardianes; tienen más de 7000 especies de cultivos, manejan más de 2 millones de variedades alimentarias adaptadas a cientos de geografías, microclimas, suelos y ecosistemas, y el 80 % a 90 % de las semillas de la producción en pequeñas parcelas son semillas criollas.
Red campesina de alimentos
La red campesina de alimentos produce el 50 % a75 % del alimento que consume la población mundial, pero utiliza apenas el 25 % a 30 % de la tierra arable, el 30 % del agua de uso agrícola y el 20 % de los combustibles que se usan en agricultura. En Perú la agricultura campesina familiar (ACF) abastece entre el 66 % y 80 % de las canastas familiares a nivel nacional. La agroecología se ha aplicado de diversa manera para lograr los objetivos de la soberanía alimentaria en un trabajo de ir restaurando sistemas tradicionales, como los Huaru huaros en la zona de Puno. Estos sistemas permiten la producción de cultivos andinos en medio de las heladas. También la reconstrucción de andenes conllevó a mejores condiciones de resiliencia y producción frente al cultivo de la pampa. Algunos proyectos en Cajamarca y los trabajos con variedades tradicionales en el caso de las chuletes, mujeres williches del centro secundario de origen de la papa, conservan las variedades tradicionales y las introdujeron con bancos de semillas comunitarios. De igual modo se ha promovido en México, Perú y otras partes, las fiestas de las semillas criollas y las ferias de los campesinos, promoviendo el intercambio y distribuyendo y reincorporando material genético diverso en sus sistemas agrícolas. La soberanía genética es fundamental, por lo cual es necesario dar incentivos a los productores para producir semillas excedentes (mejoramiento participativo), que sean orgánicas y adaptadas a las condiciones locales, con resistencia horizontal a factores bióticos y abióticos. Asimismo, promover las prácticas de almacenamiento, como bancos comunitarios, e iniciativas de intercambio y trueque de semillas (ferias), así como estructuras legales que apoyen a los pequeños agricultores, en particular en el derecho de los agricultores a guardar e intercambiar semillas libremente. Y también oponerse a la introducción de semillas transgénicas en centros de origen, lo que en Perú va avanzando.
Revitalización de la agricultura campesina
Análisis de diversos proyectos agroecológicos en el mundo demuestran que los sistemas campesinos pueden optimizarse para incrementar la productividad y resiliencia mediante diseños y prácticas agroecológicas. Entonces la agroecología puede revitalizarse a través del trabajo de muchas organizaciones campesinas, universidades y Ong, como el caso de los faros agroecológicos que se crearon en Chile por el Centro de Educación y Tecnología (Cet), donde la estrategia era demostrar si era posible producir en una media hectárea lo suficiente para una familia de cinco personas. En una finca campesina chilena de media hectárea se logró una productividad de tanta comida, que logró excedentes y solamente tenían que comprar sal y aceite; esto les ahorró 300 a 400 dólares mensuales, los costos de producción bajaron en un 40 % a 50 % y el excedente lo pudieron vender con una viabilidad económica muy grande. En Cuba es conocida la experiencia de Casimiro y su familia (Finca del Medio, San Spiritu) donde transformaron una finca de monocultivo de maíz de 10 hectáreas en una muy diversificada con insumos internos, cercos vivos multifuncionales, silvopastoriles, etc., llegando casi a cero en insumos internos y logrando producir suficiente proteína para alimentar a 34 personas, con una eficiencia energética de 30. Es decir, colocan una kilocaloría y sacan 30. La agricultura comercial tiene una eficiencia energética de 1,5. También hay ejemplos de restauración paisajística –del paisaje que rodea la finca– y ecológica de un predio rural, como el proyecto “Restauración ecología de la comunidad campesina Vereda Bellavista” de Colombia, donde un grupo de campesinos no tenían casi agua en la cuenca y ahora tienen suficiente para más de cien familias, y también para sus cultivos y animales. Además, hubo una transformación de los sistemas productivos, pasando del monocultivo de la arracacha altamente erosivo a un sistema con diversidad de café, aguacate y otros cultivos, así como higuerilla, plátano, banano y sombrío permanente de guamo, chachafruto y carbonero gigante. Se aprovecharon las calles para sembrar cultivos para la familia, como maíz y fríjol, para terminar con 25 especies y un sistema altamente productivo y resiliente. (Finca Las Brisas, El Dovio, Valle del Cauca) Estos diseños agroecológicos están demostrando a través de estudios en Cuba, Haití, Puerto Rico y Centroamérica, que son más resilientes al cambio climático. Cuando vino el huracán Mitch en 1998, Holt Gimenez en el año 2002 hizo un estudio, principalmente en Honduras, donde los sistemas más diversificados estaban aproximadamente a unos 150 m de distancia de la finca variada. El monocultivo sufrió más derrumbes que las fincas diversificadas que tenían diseños de conservación de suelos, sistemas agroforestales, siembras en contorno, etc. Igual en Cuba con el huracán Ike, los monocultivos sufrieron más daño que los sistemas diversificados que tenían sistemas agroforestales, como cercos vivos y cortinas rompevientos que interceptan las corrientes de aire, sufriendo menos daño y recuperándose más rápido.
Campesino a Campesino
Ahora estas tecnologías van diseminando a través del mecanismo Campesino a Campesino, que es un sistema pedagógico de los agricultores que permite una transferencia
horizontal del conocimiento entre ellos. Es un fenómeno cultural, un movimiento de amplia base con los campesinos como los principales actores. En Cuba, cuando recién cayó el bloque socialista hubo 2016 agricultores agroecológicos y hoy en día con el Movimiento Campesino a Campesino hay más de 130 mil.
Agricultura urbana
Hay que pensar cómo optimizar la agricultura urbana, pues se proyecta que para el año 2030 el 80 % de la población mundial vivirá en las ciudades, donde existen tierras que están abandonadas que se podrían orientar para producir. En 2005, las Naciones Unidas sostenían que el 30 % del alimento consumido en las ciudades provenía de la agricultura urbana. La producción urbana de hortalizas, frutas frescas y huevos cerca de los consumidores mejora la seguridad alimentaria y la diversidad nutricional. La promoción de dietas saludables, diversificadas y sostenibles, puede reducir las principales formas de desnutrición y ofrecer múltiples beneficios colaterales que refuerzan la salud humana y ecológica, sobre todo en estos tiempos de pandemia. La agricultura urbana permite que en las ciudades se cultiven alimentos culturalmente aceptables, accesibles, asequibles, seguros y saludables. Un ejemplo importante ha sido Cuba, donde la agricultura urbana y periurbana cubre más de 50 mil hectáreas y provee más del 50 % de las hortalizas en las ciudades más grandes, donde no había gasolina ni transporte para traer los productos de las zonas rurales, incluyendo 39 mil toneladas de carne, 787 litros de leche de cabra y 216 millones de huevos. En La Habana, 26 mil huertas populares producen 25 mil toneladas de alimentos por año. La agricultura urbana genera 300 mil empleos, de los cuales 66 mil son mujeres y otros tantos miles son jóvenes. Los organopónicos creados por los cubanos, diseñados con principios agroecológicos, pueden producir hasta 20 kilos por m2 de hortalizas. Considerando que una persona en promedio consume 72 kilos de vegetales por año, una cama de 10 m2 puede producir anualmente 200 kg de vegetales, satisfaciendo con agricultura urbana el 55 % de las necesidades de vegetales de una familia de 5 personas para un año.
Lecciones de la pandemia
El Covid-19 ha desnudado la fragilidad socioecológica del sistema alimentario industrial mundial y ha puesto al descubierto las desigualdades, las fallas del sistema y los peligros de los sistemas alimentarios dominantes, globalizados y cada vez más corporativizados, que han empujado no solo a la crisis de la pandemia sino de la biodiversidad, el clima global y de toda la salud hacia sus puntos de inflexión. Se necesita urgentemente una transición a sistemas alimentarios socialmente equitativos, resilientes y locales.
Lo que desnudó la pandemia
La crisis sanitaria ha expuesto la tragedia de la ganadería industrial y los monocultivos que han llevado a la dramática pérdida de biodiversidad, obesidad, malnutrición, despilfarro de comida, y también ha mostrado las condiciones miserables de los trabajadores agrícolas, el despojo a los campesinos, la vulnerabilidad al cambio climático y la creación de pandemias. La agroecología en este momento se posiciona como la única alternativa capaz de proveer a las familias rurales con beneficios ambientales y socioeconómicos, a la vez que alimentar a las masas urbanas en forma equitativa y sostenible. La apuesta es por una agroecología transformativa, pero también teniendo mucho cuidado, porque hay una cooptación de la agroecología, es decir, que existen instituciones, como la Fao, que están hablando de una versión chatarra de la agroecología. Otra lección de la pandemia es que decididamente hay que poner la producción de alimentos en manos de campesinos y agricultores urbanos para asegurar la oferta local de productos frescos a precios justos, que sea independiente de las cadenas capitalistas de mercado.
Transformación del sistema alimentario corporativo basado en la economía de mercado
El régimen alimentario corporativo requiere un cambio de las sociedades integradas en la economía de mercado hacia una mayor dependencia de las redes alimentarias alternativas que reducen la distancia entre productores y consumidores, al tiempo que garantizan que los alimentos sean saludables y accesibles para todas las personas. Además, la riqueza y el empleo son creados y retenidos dentro de las economías locales. Esta transformación significa una democratización del sistema alimentario. El diagrama de van der Ploeg, 2016, que habla del sistema alimentario controlado y calculado, donde ellos determinan qué producen los agricultores, con qué tecnología, qué consumen los consumidores y cuál es la calidad de esa comida y los precios, todo basado en la economía de mercado. Lo que van der Ploeg plantea es que se debe crear un camino alternativo (by pass) con territorios autónomos y mercados locales, y que esto se rija más por la economía de la solidaridad y no tanto por la economía de mercado.
Mercados territoriales
Los mercados orientados a proporcionar alimentos para el consumo local y regional, especialmente cuando se abastecen de granjas que son más diversas, son más ágiles para responder a cambios e interrupciones, como las variaciones en la demanda que se ha visto con el Covid-19. Los mercados territoriales que satisfacen las necesidades alimentarias locales como prioridad, también funcionan para fortalecer los medios de vida de los productores, procesadores y vendedores de alimentos locales, y para reducir la dependencia de las empresas transnacionales distantes que dominan las cadenas de suministro globales concentradas.
Rol de los consumidores
Hay un rol muy importante de los consumidores, y todos y todas somos consumidores. Se requiere que entendamos que comer es un acto político y ecológico. Cuando los consumidores apoyamos a los agricultores locales, en vez de las cadenas corporativas que son más vulnerables que las redes alimentarias de los pequeños, ellos ayudan a crear una resiliencia socioecológica. Por ejemplo, si voy a Wallmark estoy apoyando un modelo de muerte y si voy a los mercados alternativos campesinos estoy apoyando a los proyectos que dan vida. Entonces la transición agroecológica implica reemplazar el control corporativo sobre la tierra, las semillas, el agua y otros recursos productivos y naturales, por la propiedad cooperativa y otros modelos democráticos basados en los principios de economías circulares y solidarias. Urge reorientar y dar forma a las políticas, la investigación, la extensión y los incentivos de mercado, alejándose de los modelos dominantes de la agricultura industrial, hacia sistemas diversificados que mitiguen el cambio climático y regeneren y conserven la base de recursos naturales. El cambio transformacional en la agricultura debe ir, pues, acompañado del cambio de una economía de mercado a una economía solidaria, de los combustibles fósiles a las energías renovables, de las grandes corporaciones a las cooperativas, etc. La agricultura postpandemia deberá ser liderada por alianzas entre movimientos sociales urbanos y rurales, conscientes de que un retorno a la agricultura que había antes de la pandemia no es una opción. Las fincas locales son un activo vital para crear territorios agroecológicos sostenibles y saludables que aseguren la soberanía alimentaria.
Cambios necesarios
Los gobiernos deberían impulsar reglamentaciones sobre competencia y antimonopolio para revertir las tendencias de concentración empresarial; reorientar los subsidios e incentivos lejos de prácticas insostenibles y hacia prácticas agroecológicas; apoyar cadenas de suministro cortas, mercados territoriales e infraestructuras de distribución y vínculos rurales-urbanos interactivos; y utilizar la contratación pública de productos agroecológicos y alimentos
artesanales (meriendas escolares, etc.) para construir mercados sociales. Asimismo, se debe revisar las instituciones y las políticas que dan forma a la propiedad y el control de los recursos, asegurando el acceso seguro de los agricultores y el control de la tierra, el agua, la propiedad genética, la propiedad intelectual y otros.
La agroecología como una propuesta más radical
Los cambios agrícolas necesarios requerirían no solo romper el monocultivo con estrategias agroecológicas, sino también desmantelar el control de las multinacionales sobre el sistema alimentario, el régimen agroquímico y transgénico, y las políticas agrarias neoliberales que los ampara. Aquí los jóvenes y las mujeres tienen que asumir un rol protagónico en la transición agroecológica.
La promesa de la agricultura campesina
La agricultura campesina es un formidable punto de partida para las nuevas soluciones tan necesarias para el futuro, pues suministra la mayoría de alimentos que se consumen en el mundo y es capaz de afrontar periodos difíciles. Es una promesa para una reconstrucción de la alimentación y la agricultura posterior al Covid-19, pero también tiene que evolucionar, optimizarse y apoyarse en la agroecología, con el modelo de soberanía alimentaria, al igual que necesita ser apoyada a través de la reforma agraria, la investigación y la extensión agroecológica. Al repensar el futuro por venir, surgen la agricultura campesina y su cultura, la soberanía alimentaria, los mercados campesinos y la agroecología, como bloques de construcción importantes para las alternativas requeridas. Para ello es importante que se cumplan dos derechos humanos básicos subyacentes a las luchas que tienen como objetivo estructurar las alternativas necesarias: el derecho a la alimentación como un derecho humano y el derecho a trabajar la tierra de una manera digna. O sea, la función social de la tierra. Estamos viviendo momento crucial, nos encontramos en una especie de umbral en el cual tenemos que cambiar nuestro sistema de vida económico. La agricultura es parte de ello para poder respetar los límites de la naturaleza y seguir adelante con un modelo económico totalmente diferente, que sea compatible con la naturaleza, la equidad social y la diversidad cultural de nuestro planeta. La agroecología nos entrega los elementos para transformar esta realidad que estamos viviendo, pero se necesitará realizar cambios muy profundos, cambios políticos. No va a ser fácil hacerlo, sin embargo, podemos empezar creando espacios de esperanza; es el concepto de los paros agroecológicos que salgan de a poco, empezar a nivel de nuestras autoridades, mirando nuestras comunidades, nuestros barrios, municipalidades, y de esa manera crear una energía colectiva que vaya de alguna manera contagiando a otros con buena onda para hacer los cambios que lleguen después a nivel nacional y global.
Una pregunta final
La cuestión de si la crisis desarrollada por la pandemia propiciará el ímpetu para cambiar la agricultura industrial por una transición hacia sistemas alimentarios agroecológicos, requiere entender también que los grandes poderes tienen su propia agenda y también la ventaja de esta crisis para concentrar más el poder. Ahora que las cadenas alimentarias globales están desarmadas, es la ocasión para fortalecer las redes locales y regionales para manejar mejor las situaciones de emergencia, incluyendo las que vienen con el cambio climático y otras posibles pandemias.
SEGUNDO BLOQUE
INTERVENCION DE LOS PANELISTAS
Saray Siura
Universidad Nacional Agraria de La Molina (Perú)
En el Perú existe una multiplicidad de sistemas de producción y agricultores conservacionistas. La agricultura peruana es reconocida por su exportación agrícola pero detrás de un plato de comida está el trabajo de muchos pequeños agricultores con un elevado conocimiento del medio ambiente, con una herencia histórica basada en el gran conocimiento del mundo exterior y que, a pesar de un entorno desafiante, desarrolló una gran cultura agrícola frente a desafíos climáticos y falta de agua, para lograr la alimentación de los antiguos peruanos. Encontramos esta herencia viva desde la perspectiva de cuidar sus recursos para lograr su supervivencia. En el Congreso se está pidiendo la moratoria de la ley de semillas transgénicas por quince años más, por parte de los gremios organizados, como Conveagro y otros.
El contexto de crisis no solo se debe a la pandemia, sino que es consecuencia de un sistema de producción que corresponde a un modelo de hacer agricultura, que es inviable porque no se ha adaptado a la realidad del ambiente andino, el cual es diverso y tiene sus particularidades y la cultura de los propios agricultores. Este sistema de producción y las políticas vienen de la mano. Hay que recordar que no todo es productividad; la agroecología está ligada al paradigma de un modelo que crea bienestar, ingresos y destruye el mito de la productividad. Decir que los sistemas de producción agroecológica no pueden igualar el rendimiento es un enfoque unilateral, pues no considera los otros beneficios como la conservación de los recursos locales, el aprovechamiento de la energía y el abastecimiento a las poblaciones locales. Detrás de este concepto hay una premisa política y social, por lo que hay que proponer sistemas alternativos y estar en primera línea para apoyar a los movimientos sociales de los agricultores.
En América Latina debemos ser creativos pues la agricultura que alimenta a la nación no ha tenido la oportunidad de acceder a los beneficios que sí han tenido los lobbies para favorecer a los grandes complejos agroindustriales. Tenemos que hacer incidencia y apoyar la organización de los agricultores porque defender a la pequeña agricultura es un patrimonio; ello no es un obstáculo y un problema, como dicen los políticos que señalan que la agricultura peruana es una agricultura de maceta. Por el contrario, ésta es nuestra identidad y debe ser parte de la agenda nacional. La crisis debe ser también una oportunidad para el mundo académico, cuya visión de la agricultura coincide con la propuesta agroecológica, para ir juntos con una visión común del desarrollo humano y de los sistemas de producción enfocados de una forma integral.
Los agricultores que provienen del ande transforman el paisaje desértico de la costa, donde se han afincado trayendo semillas de sus lugares de origen, de especies funcionales que dan servicios para la cobertura del suelo y la producción del cultivo, que atraen polinizadores naturales; agricultores cuya memoria incorpora el buen manejo de los recursos naturales y del clima.
Nataly Pinto
Rikolto (Perú)
Las miradas que se plantean desde el ecofeminismo hacia la agroecología partiendo de que la subordinación de las mujeres está relacionada con la explotación de la naturaleza por un régimen patriarcal que ha perdido la sensibilidad con el entorno.
Hay alternativas y prácticas concretas en la ciudad y el campo para poder reconocernos y reconectar con lo esencial. La agricultura urbana y periurbana ha tenido un papel esencial con elementos disruptivos que nos dan la posibilidad de reconocer lo más básico, como el derecho a la alimentación y a tener alimentos a la mano, con especies que pueden crecer en pequeños espacios. La agricultura urbana tiene dificultades, como el acceso a los recursos. Vivir en la ciudad debe llevarnos a pensar en los territorios no solo desde la perspectiva urbanística sino cómo está anclada al campo. La agricultura urbana usa el agua potable, pero paga una tarifa de forma que cuesta lo mismo que regar una cancha de fútbol. Hay que ver cómo planificamos estos entornos para que se vuelvan más sensibles ante este tipo de necesidades. Se está hablando sobre el plan de acción climática y en algo tan simple como el alcantarillado se desperdicia el agua de lluvia, usando el agua limpia mezclándola con aguas grises. Se debe hacer una recuperación de especies nativas y tener iniciativas para recuperar especies y colocar techos verdes en edificios, entre otros.
Hay que acelerar la transición y no hay tiempo que perder, estamos haciendo cambios sobre la marcha. En esto la academia tiene un papel importante como promotora de la agroecología, la agricultura regenerativa o bajo cualquier nombre, adaptando el currículo de las universidades, promoviendo estas tecnologías y el libre comercio, porque nuestros sistemas locales están interconectados con los de todo el mundo. Hay perversidades que se cometen cuando, por ejemplo, un producto local tiene que viajar y después regresa con un incremento en el precio; debemos hacer economías localizadas y que no se produzcan cosas como la venta de agua, que debe estar disponible para todos.
Es importante el reconocimiento de la diversidad intergeneracional y saber cómo aprovechar los conocimientos de quienes nos han precedido, tanto sobre cuidar la tierra, como también saber dónde compramos los alimentos, pues comer es un acto político. A medida que se modernizan los territorios disminuye el tiempo que destinamos para decidir dónde compramos los alimentos, cómo prepararlos y con quiénes compartir. Más allá de la diversidad de miradas que caracteriza América Latina, el diálogo transdisciplinar debe abordar los sistemas alimentarios y la agroecología desde la educación formal y popular y la práctica cotidiana, hacia una economía social, solidaria y más justa.
Mauricio García
SwissAid y Red de Semillas (Colombia)
Desde la propuesta de la Fao y los movimientos ambientalistas y agroecológicos, la Vía Campesina dio un impulso al enfoque de la agricultura campesina familiar y comunitaria hacia la agroecología. La Revolución Verde se impuso desde un enfoque de agricultura de los países templados, desconociendo los sistemas de producción locales y ancestrales, e incorporando el monocultivo, agroquímicos, venenos y maquinaria para producción en suelos templados.
El manejo ecológico de suelos tropicales no puede hacerse de la manera que nos enseñaron en la universidad. Hay que entender que la alternativa que plantea la agricultura ecológica se basa en nuestras raíces y en los sistemas de producción y tradiciones agrícolas. Se debe recomponer los sistemas de producción que están ligados a los paisajes, pues se impuso paisajes homogéneos con una agricultura donde no hay árboles, implantando en los campesinos el concepto de que un paisaje es bonito cuando has derribado los árboles convirtiéndolo en una sabana, lo cual es deprimente para una cultura acostumbrada a vivir de la naturaleza. Las tecnologías y la idea de lo que es la agricultura de los campesinos e indígenas debe ser recuperada, y las semillas son un elemento fundamental para esta recuperación.
El reto de las políticas públicas es cambiar el enfoque mercantilista y empresarial, pero la institucionalidad que nos sirve para impulsar la agroecología es débil, las instituciones están segmentadas y desarticuladas totalmente y ninguna se habla con la otra. La agroecología requiere integralidad y la Fao propone la coexistencia, pero no es posible que las semillas nativas y criollas coexistan con los transgénicos y los agroquímicos, pues se presenta contaminación entre ambos.
Colombia es libre de transgénicos según la Constitución, a pesar de los lobbies que dicen que prohibir los transgénicos es un atraso cultural, tecnológico y ambiental para el país. Se debe unir esfuerzos para que las políticas cambien estas dinámicas del pensamiento sobre ciencia y tecnología, que asumen que practicar la agroecología es estar atrasados. Los cambios ya se vienen dando, más allá de la crisis sanitaria; se vuelve a cocinar en las casas y hay consumo de alimentos sanos para evitar el deterioro de la salud por la mala alimentación debido a este sistema alimentario, que hay que transformar a nivel global. Éste implica el reto de promover las transiciones hacia la agroecología.
Henkjan Laats
Cross Cultural Bridges (Holanda)
Soy ingeniero en manejo de agua y suelos y experto en ciencia holística en armonía y naturaleza de la Onu, aunque, por definición, un experto no puede ser holístico; sin embargo, un experto agroecológico debe ser holístico, y, como en mi caso, alguien que enfatiza lo local y antireduccionista. Los campesinos son expertos en la tierra, tienen conocimientos de sus ancestros; un problema de la cultura moderna es que vivimos en el momento y no tomamos en cuenta la sabiduría de las generaciones que estuvieron antes que nosotros. La cultura agroecológica no solo es andina y amazónica, sino también asiática –sobre concepto de felicidad del budismo– y africana. La experiencia internacional es valiosa, pero lo principal está en lo local.
Estamos sintiendo los efectos del cambio climático y vamos a enfatizar en esto. La decisión agroecológica no es pensar en el próximo año, sino ver cómo reflexionaron las generaciones antes que nosotros y cómo van a ser los efectos para los que estarán en el futro, los que vienen después de nosotros. Es necesario hacer otro tipo de vida de modo que nos permita vivir en los próximos siglos y milenios. La parte política y la parte económica de la lógica ecomodernista y la agroecología, diferencia la agricultura ecológica transformativa de la agricultura ecológica chatarra. No se debe aplicar los mismos errores de la práctica ecomodernista de la agroecología, y hay que pensar en cómo hacer esto con la madre Tierra y en qué condiciones.
Los Andes son sitios privilegiados. Es difícil tener manuales agroecológicos, pero sí hay metodologías y aprendizajes con los campesinos, y haciendo intercambio con ellos salen cosas muy interesantes y poderosas. Las mujeres son importantes en el campo y cuando encontramos algo nuevo se sienten orgullosas de su conocimiento. La gente mapuche de Argentina se emocionaba porque podía conversar con personas que tienen sus mismos conocimientos y problemas, y al ver que todavía existen esos conocimientos a pesar del sufrimiento y pobreza existente.
TERCER BLOQUE
PREGUNTAS DE LOS PARTICIPANTES
¿La agricultura vertical es una solución con el desplazamiento del campesino a la ciudad?
Suray Siura
Habría que precisar si se refiere a agricultura vertical urbana o andina. En la zona andina existe el control vertical de los pisos ecológicos, caracterizado por el manejo del territorio donde se adapta los cultivos a los diferentes pisos altitudinales y permitiendo a los agricultores el abastecimiento a diferentes escalas. En la ciudad estamos trabajando sobre suelo duro y recuperando espacios subutilizados, lo cual puede ser un recurso interesante para pisos en diferentes niveles y según el sistema y los recursos que se usen. El cultivo hidropónico, cuyos insumos son de origen agroquímico, es extremadamente artificializado y no tiende a la sustentabilidad porque no es completamente natural, pues suprime el sustrato y lo sustituye por sustancias nutritivas; hay personas que lo consideran limpio porque no está en contacto con la tierra, pero a los agroecólogos nos encanta el vínculo con la tierra y trabajar en armonía con la naturaleza. La recuperación de espacios en la ciudad tiene que ver con la forma de cultivo; hay zonas periféricas donde las mujeres especialmente impulsan huertos urbanos en lugares donde parecería increíble que se pudiera cultivar algo, como los arenales alrededor de la ciudad y sitios desérticos, transformando completamente el paisaje.
¿Cómo ve la agricultura circular que se promueve desde Holanda?
Miguel Altieri
Mientras se apliquen los principios agroecológicos, cualquier sistema es bienvenido. No hay una posición sobre ese modelo en particular.
¿Cómo promover el cambio de paradigma en los ciudadanos urbanos si las grandes ciudades dependen de comunidades proveedoras de alimentos no procesados?
En las grandes ciudades, las personas están divorciadas respecto de dónde vienen y cómo se producen los alimentos. La ecoalfabetización debe empezar por los huertos escolares con los niños hasta las huertas comunitarias con los adultos. La importancia de producir localmente alimentos sanos se notó en la pandemia cuando se disturbó el sistema alimentario y allí la gente se dio cuenta de la importancia de producir a nivel local productos accesibles, sanos y baratos. La educación agroecológica debe darse en todos los niveles y se debe incentivar iniciativas desde las municipalidades promoviendo huertas comunales en las tierras abandonadas que hay en las ciudades.
¿Qué agroecología es posible si no hay interés de la juventud en la agricultura?
Miguel Altieri
Los institutos latinoamericanos de agroecología de Vía Campesina son un modelo interesante para los jóvenes campesinos que quieren ir a las ciudades, pues se imparte una formación tecnológica sobre cómo hacer una agricultura sana, y una formación política para que los jóvenes sepan por qué sus padres son pobres, por qué no tienen tierras, y por qué no se respeta a la agricultura ecológica, siendo ésta tan importante para la soberanía alimentaria de los pueblos. Entonces, cuando tienen formación tecnológica y política los jóvenes se interesan en volver al campo. Ahora hay una gran oportunidad para los jóvenes pobres que migraron y que están regresando al campo a las casas de sus padres porque se quedaron sin trabajo en las grandes ciudades; se debe impulsar iniciativas para retenerlos, que se enamoran del campo y se queden, y así puedan restaurar la agricultura y tengan una labor importante en la soberanía alimentaria.
¿Cuál es el impacto de los cultivos transgénicos?
Miguel Altieri
El maíz, la soya y el trigo transgénicos pueden contaminar genéticamente a las otras variedades naturales, y hacen que entren al modelo de dependencia tecnológica y de consumo de pesticidas, herbicidas, así como subsidios que desplazan a los otros cultivos y afectan la frontera agrícola, y los problemas ecológicos que conocemos. A ello se suma el control de las transnacionales sobre el material genético con ciertas características, a diferencia de las semillas que son seleccionadas en forma tradicional y que no tienen el costo de los producidos por estas multinacionales.
Mauricio García
El trigo no es un cultivo común en todas las regiones. Fue introducido por los españoles y aún hay trigos ancestrales, frente a ese modelo que quieren imponer empresas sin pensar en las consecuencias a futuro. Todavía no sabemos qué va a pasar con los cultivos transgénicos de cualquier tipo, pues no se trata de tal o cual cultivo y si nos lo comemos o no, sino que la Revolución Verde profundiza la dependencia de los paquetes tecnológicos de semillas, agroquímicos e insumos. En algunos países ya hay maíz transgénico hace varios años y no siempre es insumo para otros productos, sino que se consume directamente.
CUARTO BLOQUE
SÍNTESIS / CONCLUSIONES
Tarcisio Aguilar
Moderador
La agroecología se ha practicado desde tiempo atrás sin conocer su nombre y sin saber que hacían agroecología, y esas prácticas son las que hoy día se están rescatando. Está ligada a los derechos a la alimentación, a la tierra, a las semillas y al agua, busca el bienestar sostenible y no puede estar separada del movimiento social, por lo que debemos incorporarla en los procesos que se dan en el actual contexto global.
Una de las cosas que ha hecho la Revolución Verde es el uso de los pesticidas en el ambiente y esto nos lleva a otros problemas que tenemos actualmente, como la referencia a los sistemas inmunológicos que tanta importancia han adquirido en estos momentos en que estamos en confinamiento y tenemos alterados no solamente los sistemas de salud sino también los sistemas económicos.
La mayor parte de la población vive en suelos marginados, sin acceso a riego, tierra ni tecnologías, y es en estos lugares donde se ha practicado la agroecología, frente al avance de los cultivos transgénicos como la soya, el monocultivo y la aplicación del glifosato. La visión del campesinado y los indígenas respecto a la homogeneización del paisaje es que deteriora no solamente los sistemas productivos sino también la cultura. Esperamos que Perú siga teniendo la moratoria de la entrada de los transgénicos por otros 15 años más.
La descampesinización ha llevado a problemas de pobreza, hambre y mercado. Frente a ciertas leyes, surge la pregunta de qué es lo que podemos hacer desde los movimientos sociales para promover unas políticas públicas que no enmascaren y no confundan a la población en general cuando se habla de una coexistencia de sistemas.
Se han valido no solo de los medios de comunicación sino también de una desinformación para plantear que estas leyes están al servicio de los procesos de este tipo de agricultura. Amparado en la globalización está el modelo de acaparamiento de tierras, que es patente en algunos países andinos con población campesina indígena o afro. Muchas de estas poblaciones no están con la propiedad privada de la tierra y han sido despojadas, convirtiéndose en uno de los problemas que han provocado conflictos y luchas armadas desde hace tiempo en estos lugares.
La agroecología respeta el saber tradicional y la cultura. El proceso de la agricultura, como posibilidad de mantener y transferir el conocimiento tradicional con el método llamado Campesino a Campesino, se ha visto que logra no solamente la propagación de la agroecología sino también la conformación de un tejido social. Entonces es importante recuperar la cultura, la agricultura agroecológica, los sistemas tradicionales y el tejido social como una manera de resistir la crisis que tenemos actualmente.
La crisis no es reciente, sino que viene de tiempo atrás, pero en el tiempo de la pandemia se deja visibilizar. Entonces resalta que tenemos que crear y recrear una agroecología transformadora, que tiene que llevarnos a la democratización de los sistemas alimentarios, donde tanto campesinos indígenas y afro puedan retomar el tema de la soberanía alimentaria. Para eso deben tener acceso a la semilla, al agua, a la tierra y a los recursos, lo cual debe llevar a un cambio en estas políticas.
La lucha por la no introducción de los cultivos transgénicos en el Perú, también se da en América Latina donde la lucha es por evitar su expansión. Entonces cabe preguntar sobre el consumo de los alimentos, qué hay detrás de este plato de comida. Ésta es la historia de unos procesos agroecológicos, pero también es la historia de una cultura que se viene manteniendo a través de miles de años, y es potestad nuestra, como consumidores, seguir fortaleciendo esos procesos.
La agricultura agroecológica debe estar ligada al bienestar de las personas y no a la productividad, pues tiene que llevar los beneficios de los recursos locales a la gente y realizar el aprovechamiento de todo lo que la naturaleza puede brindar. Cabe recordar que los bienes naturales no solamente deben estar al servicio de los seres humanos sino también en beneficio del planeta.
Al propósito de la celebración del día mundial de la mujer rural, es evidente que sin ella la agroecología no podría existir. He ahí un tema clave para avanzar en recomponer estos sistemas, no solamente productivos sino también en cuanto al relacionamiento entre seres humanos. Se nos habla de una palabra que puede ser nueva para muchos de nosotros; es el tema de las nuevas masculinidades. No solamente se trata de valorar y rescatar el trabajo que hacen las mujeres en el proceso agroecológico, sino también de mirar cómo los hombres nos hemos estado relacionando con las mujeres en nuestro trabajo de la agroecología.
Se nos hace una invitación a reconectarnos con lo esencial, lo cual tiene que ver con el tema del bienestar ante esta situación de la pandemia. Hay que dar una mirada a la agricultura urbana y periurbana, y desde ahí abordar el derecho a la alimentación, así como las dificultades que hay en el acceso a los recursos y al agua potable.
Debe haber una articulación de las universidades y los sistemas o instituciones con los campesinos y productores agrarios en función de promover tecnologías propias de la gente, que permita liberarse de un comercio desigual y lleve a sistemas agroalimentarios mejores.
La pregunta de cómo impulsar la agroecología la seguimos teniendo. Desde las comunidades campesinas, indígenas y afro se piensa que la homogeneización de los paisajes no solamente ha logrado romper una economía, sino también los procesos culturales; de ahí la necesidad de generar políticas públicas que no tengan enfoques de empresarios sino enfoques territoriales desde las comunidades, sin caer en las falsas promesas de la coexistencia de ambos sistemas.
La agroecología, entonces, se plantea como una alternativa desde el proceso no solamente alimentario sino de la vida de la gente, y la necesidad de recomponer la salud de las personas.
No solamente tenemos que ser especialistas agroecológicos sino agroecológicos holísticos, y que ese conocimiento sea compartido generación tras generación.
La sabiduría no solo es andina y amazónica, sino también asiática y africana, y a nivel de las comunidades originarias del mundo. Y es esta sabiduría la que tiene que llevarnos a la agroecología transformativa. Existen metodologías eficientes en nuestro aprendizaje y debemos reiterar ese proceso, como el intercambio de Campesino a Campesino.
El cambio está en cada uno de nosotros; somos una sociedad parte de este planeta, que aspiramos a cambiar esta mirada del mundo. Esto requiere un compromiso de todos y todas. La agroecología da esperanza y también provee de las herramientas para ver más allá de la agricultura y transformar esta realidad, identificando los elementos que pueden estar relacionados con lo que es producir el alimento para la gente y devolver a la agricultura el rol que le corresponde, que es alimentar a la población para asegurar su sobrevivencia y para garantizar mejores estándares de vida para todos.
Esto devuelve a la agroecología el cambio de mirada de la agricultura hacia un manejo correcto de los recursos locales, en contra de lo que pudiera ser una visión extractivista de corto plazo de capitales golondrinos o de solamente pensar en un comercio internacional para sostener indicadores macroeconómicos, mientras la vida de la persona común y corriente no cambia y más bien se empobrece. Entonces, la agroecología puede ser una herramienta muy transformadora y que puede ser utilizada a todo nivel.
En Europa existe la necesidad de cambiar. Hay una doble mirada, política y económica, la de la economía capitalista y la de promover la propiedad colectiva y la sostenibilidad. En Europa hay mucha voluntad, sin embargo, la sabiduría y la experiencia está más en América Latina, y existen europeos que están dispuestos a escuchar y aprender de este continente.
Hay que trabajar sobre los princ
ipios de la agroecología para no perder el camino. Mirar y contrastar los avances que vamos teniendo más allá de los indicadores cualitativos, sino con base en sus principios y con una mirada integral que lleve hacia la calidad de vida de las comunidades, reflejada en la frase del “buen vivir”. El fin supremo de la agroecología tiene que ser el bienestar humano y sostenible.