SEMINARIO DE AMAZONÍA SUR PERUANA
CONFERENCIA 4
LA MINERÍA Y EL MUNDO HARAKBUT
Fecha: 26 de marzo de 2021.
Expositor:
- Thommas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional. Puerto Maldonado, Perú.
Panelistas:
- Yesica Patiachi. Docente de Educación Intercultural Bilingüe (EIB) del pueblo indígena Harakbut, Madre de Dios. Perú.
- Lucero Reymundo Dámaso. Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Perú.
- Julio Cusurichi. Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad). Perú. (No pudo presentarse)
Moderadora: Yohana Ruffiner. Universidad de Lausanne. Suiza.
Thommas Moore es antropólogo y especialista en diversidad cultural y biológica. Ha trabajado con los harakbut y otros pueblos indígenas de la cuenca amazónica, en iniciativas de desarrollo y consolidación de territorios. Es director del Centro Eori de Investigación y Promoción Regional de Puerto Maldonado, Perú.
Yesica Patiachi es maestra bilingüe. Es miembro de la pastoral indígena del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado y del Sínodo Especial de la Región Panamazónica. Actualmente es docente indígena de Educación Intercultural Bilingüe (EIB) del pueblo Harakbut en Madre de Dios, Perú.
Lucero Reymundo Dámaso es antropóloga, especialista en relaciones de género de los pueblos indígenas en contextos de colonización y extractivismo. Es docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y maestra de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil.
Julio Cusurich Palaciosi es líder indígena shipibo y defensor ambiental. Fue ganador del premio ambiental Goldman. Ha sido dirigente de la Comunidad Nativa El Pilar, la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep) y de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), Perú.
PRIMER BLOQUE
EXPOSICIÓN
EL ORO EN TERRITORIO HARAKBUT: UN PROCESO DE DESPOJO ETNOCIDA
Thomas Moore
Centro Eori de Investigación y Promoción Regional
Enfoque histórico del proceso de la minería en los territorios del pueblo harakbut
Desde la perspectiva de los pueblos indígenas, los harakbut utilizan el término wadari para significar su mundo o territorio. Éste no necesita de demarcaciones en mapas, como la visión occidental de los territorios, ni tienen leyes que distinguen entre tierra, bosque, espacio aéreo y subsuelo, como elementos del territorio, sobre los que muchas veces se dan derechos separados. Para los harakbut, wadari no representa un objeto que tiene características de propiedad y de dominio absoluto –no se puede hipotecar, comprar ni vender–, con linderos definidos, sino que es un espacio de vida plena en todas sus dimensiones, es prácticamente una extensión de la persona donde participa el ser humano y su cultura.
Los wadari o territorios harakbut son elásticos –se retraen cuando hay presiones externas y avanzan cuando no– y son inseparables de sus pueblos y sus culturas. No tienen hitos y su extensión depende de la coyuntura, su presencia y amplitud, la cual es variable; no es una zona fija. Además, el territorio se comparte con otros en relaciones de reciprocidad; durante milenios los harakbut han compartido su espacio territorial con matsigenkas, yines y ese ejas. No hay eso de esto es mío y aquello es tuyo.
Marco legal peruano
La legislación de Perú, a diferencia de otros países amazónicos, no reconoce pueblos, territorios ni naciones indígenas, sino comunidades nativas, desde el sesgo andinista de entenderlos como asentamientos locales con la titulación de sus tierras. La única excepción de limitar los espacios de comunidades nativas al entorno del asentamiento local, es el pueblo matsés en Loreto, donde 15 asentamientos han logrado la titulación de sus tierras como una sola comunidad nativa.
Formas de ocupación del territorio por los harakbut
El territorio histórico de los harakbut abarca casi tres millones de hectáreas, tanto en el sur de Madre de Dios como en varios distritos de Cusco y Puno, con formas de ocupación diferentes al concepto occidental.
Hasta la década de 1950, el territorio se distribuía en malocas dispersas, que no eran permanentes y con frecuencia se movían de un lugar a otro. Vivían en armonía con el bosque y no se deforestaba en forma agresiva, sino generando diversidad con sus prácticas de horticultura, pesca, caza y recolección.
En 1940, la expedición Axel Wenner-Grenn –antes fabricante de armas para los nazis, ahora una fundación que financia investigaciones de antropología–, auspiciada por la embajada noruega o sueca, llegó a Madre de Dios y documentó la presencia de centenares de malocas, 64 de ellas a través de sobrevuelos. El rango de población registrada en las malocas fue entre 30 y 80 personas, las cuales practicaban una horticultura diversificada y dispersa en múltiples chacras pequeñas por familia, que se renovaban con frecuencia.
En 1970 en Puerto Alegre –actualmente parte de la comunidad nativa Puerto Luz–, el promedio de chacras por familia era de siete u ocho; eran espacios muy pequeños, que ocupaban metros cuadrados y nunca hectáreas. En ellas se asociaban múltiples cultivos y luego de varios años se trasladaban a otras zonas, permitiendo que el bosque se recuperara mediante su rotación, como hasta hoy es la práctica indígena.
También practicaban caza, pesca y recolección según los parámetros definidos en las visiones de chamanes y mitos, parte de su cultura que hasta el día de hoy se mantiene reinventándose, aunque recortada y modificada.
Minería aurífera en el territorio histórico harakbut
La minería aurífera en el territorio histórico harakbut, que abarca áreas de Cusco y Puno, no es nueva. En 1836, exploradores cusqueños encontraron yacimientos de oro en Camanti (Quispicanchis, Cusco) y publicaron una relación en un panfleto en 1840. En 1849, mineros puneños descubrieron oro en el río Challuma, en Inambari. En 1864, Antonio Raimondi reportó su entrada a San Gabán, poblado por “salvajes”, donde encontró y documentó que la minería aurífera estaba “en ruinas”. En 1884, Modesto Basadre, tío abuelo de Jorge Basadre, reportó que Backhouse, buscador de oro inglés, fue muerto por “arazaires” o “sireneiris” en el río Araza. Luego no hay noticias de minería en la zona hasta la década de 1930 en el contexto de la Gran Depresión, en que mineros andinos llegaron al río Inambari, ahora Madre de Dios.
A partir de 1958, el Instituto Lingüístico de Verano (ILV) del Alto Karene intercambiaba mosqueteros, escopetas y otros productos comerciales por oro que los harakbut vendían en Pucallpa. En los años sesenta, exploradores cusqueños trabajaban el oro en los ríos Karene y Pukiri, y tenían una relación relativamente amistosa con las parcialidades harakbut, con quienes intercambiaban bienes y les enseñaron a trabajar el oro por su cuenta.
En 1973 se instaló Banco Minero del Perú (BM) en Boca Colorada y otros puntos de la zona aurífera. Un año después, el gobierno de Velasco aprobó la primera ley de comunidades nativas, que las reconoce y titula sus tierras como inalienables, inembargables e imprescriptibles, aunque desde esa fecha hasta hoy ese proceso no se ha concluido por inercia y por la existencia de intereses contrarios de muchas autoridades. En 1978, el gobierno de Morales Bermúdez aprobó la segunda ley de comunidades nativas, que modifica a la primera, y se promulgó la ley de promoción aurífera que facilita el acaparamiento de derechos mineros.
En 1980 se descubrió oro en los cauces antiguos de ríos en la quebrada Fortuna y Laberinto. Allí comenzó todo y la noticia se difundió rápidamente a otras partes. A partir de entonces empezaron a entrar dragas grandes, cargadores frontales, orugas y maquinaria pesada, que producen deforestación y degradación ambiental.
Política del Estado durante la etapa del Banco Minero
En la época que predominaba el régimen del Banco Minero, entre 1973 y 1991, y se aprobó la ley general de minería vigente actualmente. El Banco Minero tenía el monopsonio sobre el oro, es decir, no se podía comprar ni vender oro a nadie más, y no había admisión de derechos sobre los recursos mineros. Autorizaba el trabajo minero a quienes vendieran su oro al banco, incluyendo a las comunidades nativas. No había conflictos mayores entre éstas y los pequeños mineros migrantes de la sierra debido a este arreglo, pues quien vendiera su oro al banco estaba respaldado por éste. El Banco vendía equipamiento, insumos para la minería, víveres –pero no licores–, a su costo, subsidio importante que promovió el aumento de la actividad de minería aurífera en Madre de Dios.
Los mineros en el río Karene realizaban intercambio con los harakbut y mantenían con ellos relaciones relativamente amistosas y de apoyo mutuo. El trabajo minero era artesanal, sin maquinaria pesada, y se realizaba en las playas. Mayormente se trabajaba con picos y palas, y se echaba el cascajo con agua en la tolva, al inicio con baldes y luego con motobombas. El oro se amalgama con el mercurio bajo una forma muy básica y tradicional de minería artesanal. Como las playas se renuevan con cada creciente, no hay deforestación ni destrucción del ambiente, aunque sí el empleo de mercurio contamina las aguas. Con el descubrimiento de oro en los cauces antiguos de los ríos Fortuna y Laberinto se introdujeron dragas, cargadores frontales y orugas, que sí promueven la deforestación masiva.
Los harakbut pretendieron consolidar su territorio con la reserva comunal a favor de las comunidades colindantes, basándose en la ley forestal de entonces. No había un área natural protegida y querían gobernar este espacio con sus prácticas ancestrales de conservación, sin la intervención del Estado a través del ministerio de Agricultura.
La Ley de Promoción Aurífera
El régimen de la Ley de Promoción Aurífera, D. L. 22178, promulgada el 9 de mayo de 1978 y que tuvo vigencia hasta 1991, estableció derechos por denuncios y concesiones mineras. La ley reconoció preferencia en los derechos para mineros que figuraban en el registro del Banco Minero en un plazo de 30 días, pero se publicó en el 29 día de su promulgación para que ellos no se enteraran de sus derechos ni de los procedimientos; así ninguno pudo cumplir. Esto resultó en el acaparamiento de los derechos mineros que favorecía a empresas de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE) y transnacionales, según información e investigación realizada por el BM, despojando a los mineros andinos e indígenas de comunidades nativas de sus derechos de trabajo en el oro.
La empresa Carisa, compañía aurífera del río Inambari de origen boliviano, en 1980 trajo una draga de cantilones enormes al río Kaichiwe, y acaparó aproximadamente 20 mil hectáreas de derechos mineros en toda la zona, incluyendo el espacio territorial de la comunidad nativa Barranco Chico, la cual negoció con la empresa para trabajar el oro dentro de sus propios territorios.
Entre 1986 y 1993, siete comunidades nativas, de las cuales cinco eran harakbut, formularon denuncios mineros propios como mecanismo de defensa territorial, con apoyo de Fenamad y el Centro Eori, con el fin de manejar los espacios, aunque allí no había oro; las comunidades denunciaron para que mineros ajenos a la comunidad no pudieran adquirir derechos y entraran a trabajar en esos lugares, como era costumbre.
La Ley General de Minería
Entre los impactos de la Ley General de Minería está el otorgamiento de concesiones mineras con características de propiedad, que superpone tierras de comunidades nativas, tituladas o no, generando conflictos violentos incluso con muertos, entre mineros foráneos y comuneros. Los denuncios mineros de comunidades nativas caducaron en 1993, pues no estaban trabajando oro y no los pudieron pagar, ya que la ley generó la obligación de pagar derechos de vigencia de petitorios de concesión.
Los harakbut organizan equipos de trabajo minero según clanes. Algunos trajeron peones andinos durante un tiempo y luego no podían pagarles, por lo que se quedaron trabajando para recuperar sus remuneraciones.
Hay cierto rentismo en el proceso denominado de “invitados”. Los harakbut prefieren seguir su vida cazando, pescando y viviendo como indígenas, mientras otros trabajan el oro y les pagan una renta, con lo que pueden defenderse, lo cual ha generado varios problemas internos en las comunidades.
Cambios en las comunidades nativas harakbut
En la actualidad los pueblos harakbut son sedentarios debido a la fuerte influencia de la Ley de Comunidades Nativas, porque el proceso de titulación los fija en un lugar en el entorno del mismo asentamiento local, sin espacios intermedios, de modo que no hay lugar para moverse. Así, no pueden desplazarse a otro sitio, pues ya no hay donde. De igual forma, las escuelas y postas de salud fijan a las comunidades nativas al área demarcada –titulada– y no pueden trasladarse a otros sitios como era su costumbre ancestralmente. La Reserva Comunal Amarakaeri (RCA) fue solicitada como reserva forestal de comunidades nativas en 1992; la gestión demoró diez años y cuando fue aprobada como área nacional protegida en 2002, fue recortada por concesiones mineras.
Hay un evidente crecimiento demográfico. Puerto Luz pasó de tener 113 habitantes en 1973 a más de 800 en la actualidad. Boca de Inambari ha aumentado su población, ha crecido y se ha fusionado con otras comunidades, y así muchas más como ésta. Hay comunidades nativas en Puerto Azul, Masenawa y otros lugares. Se ha generado conflictos internos visibles. Hay barrios por clan de hombres en las comunidades. Ya no hay mitayos y la pesca está contaminada por mercurio.
La gente trabaja menos en las chacras y se dedica más a la minería, lo que ha devenido en problemas de soberanía alimentaria para las comunidades, pues los frutos silvestres están ahora más lejos. Es interesante, sin embargo, que las mujeres de Puerto Luz han implementado sistemas de agroforestería con cultivo de plantas (huertos) y árboles que antes cosechaban en forma silvestre cerca a sus casas, recuperando semillas que antes no les importaba mucho.
Zonificación ecológica económica
Entre 2001 y 2003, la zonificación ecológica económica (Zee) fue un proceso altamente participativo, llevado por el Instituto de Investigación de la Amazonía Peruana (IIAP) en Madre de Dios, en el que participaron Fenamad, Coharyima y Coinbamad. Las comunidades nativas insistieron en la exclusión de sus territorios del corredor minero para bloquear los derechos mineros superpuestos. Fue aprobada por ordenanza regional en el año 2003. Sin embargo, los ministerios de Energía y Minas (Minem) y de Economía y Finanzas (Mef) intervinieron para declararlo ilegal, insistiendo sobre sus competencias centralizadas.
Finalmente se aceptó los límites establecidos, dejando en vigencia los petitorios y concesiones aprobados anteriormente, para orientar la administración a través de la Dirección Regional de Energía y Minas (DREMH), sin aceptar un catastro único, de modo que cada sector tiene su catastro y no coordinan adecuadamente. En las comunidades nativas siguen vigentes los derechos en superposición antiguos en las concesiones forestales y, aunque ahora no permiten nuevos, continúan los asesinatos por este motivo.
En el corredor minero, las comunidades nativas y las áreas naturales protegidas han sido excluidas del mapeo de la Zee, pero son igualmente afectadas e invadidas por los mineros auríferos. Toda la minería es ilegal en la práctica, aunque el gobierno pretende distinguir entre ilegal e informal; los harakbut perciben que nadie cumple con las normas legales, lo que significa que no hay aportes de canon minero al gobierno regional ni a las municipalidades, perjudicando el desarrollo de Madre de Dios.
Las normas sobre los derechos mineros
Hay una serie de normas cada vez más rígidas, con restricciones sobre lo que pueden hacer los mineros. En 1990 se promulgó el Código de Medio Ambiente, D. L. Nº 615. Al año siguiente, la Ley General de Minería, D. L. Nº 109, derogó los artículos que tenían que ver con la minería pues tenía predominancia sobre el Código, haciendo valer los intereses de los mineros sobre el ambiente. En 1992 se dio el Texto Único Ordenado de la Ley General de Minería, D. S. Nº 014-92-EM. En 2002 fue promulgada la Ley Nº 27651 que regula las actividades de la minería artesanal y de pequeña escala (Mape).
En 2005 se promulgó la Ley General del Ambiente, Ley Nº 28611, que reemplazó al Código. Un año después, la carretera Interoceánica fue abierta al tráfico, con lo que llegó más maquinaria y mineros. En 2009 se dio el D. S. Nº 005-2009-EM, que estableció las pautas para la formalización de la Mape. Al año siguiente, el D. U. Nº 012-2010 dispuso la prohibición de dragas. En 2012, el D. S. Nº 1105 dio las normas para la regularización de la formalización. En 2017, mediante el D. S. Nº 038-2017, se creó el Instrumento de Gestión Ambiental y Fiscalización para la Formalización de Actividades de Pequeña Minería y Minería Artesanal (Igafom), que reemplazó al Instrumento de Gestión Ambiental Correctivo (Igac).
El enfoque de las intervenciones siempre ha sido sobre los derechos y su formalización, pero no sobre cómo orientar la minería en forma más compatible con el ambiente.
El proceso de formalización
Las normas que se han dado para el proceso de formalización son ineficientes y burocráticas; reconocen los derechos humanos, pero no hay compatibilidad con proteger más y mejor el medio ambiente.
La primera fase del proceso de formalización y de quiénes participan, comienza con la inscripción en el Re
gistro Integral de Formalización Minera (Reinfo), que es obligatoria y constituye el primer paso para quienes pretenden realizar minería en base a la normativa legal vigente; ha sido extendida hasta el 31 de diciembre de 2021. Después está la declaración jurada de intención, donde no hay regulaciones ni control; nadie inspecciona ni controla nada, basta la declaración jurada.
La Fiscalía Especializada en Materia Ambiental (Fema) interviene en delitos ambientales. En Madre de Dios hay mucha corrupción vinculada a problemas forestales y no mineros. Después del cierre del Banco Minero, los comerciantes compran el oro de los comuneros haciendo transacciones en efectivo, pues ahora ya no hay banco en el corredor minero.
Por otra parte, los comerciantes venden a empresas autorizadas, pero no hay trazabilidad del origen del oro. El Registro Especial de Comercializadores y Procesadores de Oro (Repco) está abierto a quien quiera ser reconocido como comercializador de oro, por lo que hay narcotraficantes que se apropian de esos espacios sin ningún control, de modo que la economía minera ha sido acaparada por ellos. La explotación de oro vía Bolivia y Brasil llega a las refinerías de Suiza para ser comercializados principalmente en países asiáticos. También operan libremente empresas que venden maquinaria pesada.
La Operación Mercurio
El año 2019 se realizó la Operación Mercurio en La Pampa, con más de dos mil militares ocupando lo que era el centro de las mafias del oro, sobre todo ilegal. Obligaron a salir de este lugar a las mafias de la minería, pero éstas se dispersaron a Delta 1 y Delta 4 donde amenazaron a las comunidades nativas de San José de Karene, Puerto Luz y Kotsimba. Ahora están instalados en el río Chaspa, San Gabán, Challuma, Camanti, Nusiniscato, y también en el río Pariamanu, al frente de la comunidad nativa Boca Pariamanu.
En este momento hay una invasión masiva de San José de Karene por mineros procedentes de La Pampa. También hay indicios sobre que el dinero del narcotráfico esté financiando no solo operaciones mineras, compra de maquinaria pesada, sino también apoyando económicamente las campañas electorales de las autoridades en la región. Hay pistas de aterrizaje clandestinas en el río de Los Amigos, Alto Madre de Dios, y posibles plantaciones de coca ahora en La Pampa, donde estarían involucrados los militares.
La región se ha convertido en un escenario de violación de derechos humanos. Los líderes de las comunidades nativas han sido amenazados de muerte. Hay conflictos originados a raíz de las invasiones masivas de San José de Karene por mineros procedentes de La Pampa. La fiscalía especializada en materia ambiental interviene en delitos ambientales, pero no se tiene información detallada sobre los resultados de su actividad.
Qué hacer
Hay que poner menos énfasis en formalizar derechos pues esto no soluciona nada, sólo genera conflictos. Hay una demanda de reformas legales, pues las normas en torno a la minería tienen una visión centralista limeña, por eso no surten una aplicación efectiva. Hace falta una nueva ley para la minería artesanal en pequeña escala, Mape, que esté orientada por la realidad local, que no sea impuesto desde la capital.
Por otra parte, es necesario controlar y restringir la compra y venta de oro, así como el alquiler y venta de maquinaria pesada por parte de empresas que la traen y comercializan donde quieren, sin mayor control. Para ello, se debe establecer la banca en zonas de minería aurífera, independientemente de qué figura sea, estatal o privada (Banco de la Nación, banca comercial, nuevo Banco Minero), pues debería haber un banco accesible a los productores de oro, lo que haría posible obligar a la bancarización de sus operaciones de compra y venta del oro, y así permitir la trazabilidad de los movimientos de dinero por la Unidad de Inteligencia Financiera (Uif) y la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS).
Asimismo, se debe extinguir todo derecho minero en los territorios de las comunidades nativas por parte de gente ajena a éstas, así como permitir la minería artesanal con motobombas e incluso tracas y carrancheras, exclusivamente por comuneros, de manera que sea compatible con los incentivos por no deforestar del Programa Bosques.
Los harakbut solicitan espacios donde sea posible compartir los aportes y puntos de vista de los académicos e investigadores, debido a la necesidad de que los jóvenes conozcan los procesos históricos en los que se ha desarrollado el pueblo harakbut y evite repetir los mismos errores.
Segundo BLOQUE
INTERVENCIÓN DE LOS PANELISTAS
Yesica Patiachi
Docente de Educación Intercultural Bilingüe (EIB)
Entre los harakbut, nadie conoce al antropólogo Thommas Moore; para nosotros es el “papá barbón”, como se le conoce en la lengua local. Invitamos a Thommas y a quienes han estudiado al pueblo harakbut, a generar espacios con su conocimiento antropológico, no solo hacia afuera sino también para que los jóvenes de la comunidad conozcan los procesos históricos, económicos y sociales locales, y analicen qué se puede hacer.
Wanamei, el árbol de la salvación
Antes no había minería en las dimensiones actuales. Siempre ha habido oro en el territorio harakbut, pero la población local no lo trabajaba con la codicia de hoy en día. En su origen, el pueblo harakbut tuvo una conexión cercana con los incas, refrendado por los distintos relatos que transmiten los abuelos. El oro estaba ahí en pepitas en las cabeceras, algunos lo cogían para usarlo como adornos, pero no lo trabajaban como los incas.
Hasta que llegaron los buscadores de oro. Venían de Cusco con sus paisanos, a quienes explotaban como mano de obra barata. Se instalaron en las playas en cuadrillas, haciendo dos turnos porque venía la creciente y de nuevo había que extraer. Presenté un relato en harakbut al concurso El cuento de las mil palabras en lenguas originarias de la revista Caretas, que obtuvo una mención honrosa, narrando la catástrofe de esta cultura, que fue escenario de distintas invasiones como la minería y no se puede narrar en mil palabras. Mi abuelo quiso una escopeta y del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) le dijeron que llenara dos pomitos de oro con pepitas planas; así comenzaron a hacer trueque con ollas y otras cosas. Los foráneos en un comienzo trabajaban a medias como invitados; hoy la minería ha invadido el territorio y los harakbut dijeron si ellos pueden trabajar, nosotros también.
Consecuencias de la minería en el mundo harakbut
La actividad minera ha depredado importantes extensiones de bosque y hay comunidades que han perdido la totalidad de sus territorios. Se ha generado divisionismo al interior de las comunidades y las que trabajan para la minería han perdido la tradición de trabajo colectivo. Hay un incremento del alcoholismo y de trata de personas, sobre todo mujeres.
Existe un desconocimiento del proceso histórico de la comunidad por parte de la juventud harakbut. Asimismo, se ha afectado la idea de comunidad y de los fines que persigue, de modo que ahora hay diferencia entre las comunidades nativas que son mineras y aquellas que defendemos el territorio –guardianía del bosque–, al punto que recibimos amenazas e intentan sobornar y corromper para hacernos callar y para que no pongamos denuncias.
Daremos nuestras vidas para defender nuestros territorios porque este espacio hermoso es nuestro, es lo que nos han dejado nuestros abuelos. Sin bosque no somos nada, él nos ha permitido resistir la pandemia. Somos guardianes del bosque y lo vamos a seguir siendo. El poder, la gente externa y la globalización absorben, pero quienes mantenemos nuestra esencia no lo vamos a permitir, seguiremos protestando y defendiendo el bosque, buscando aliados y apostando por una economía sostenible. Estamos en ese camino.
Entre los harakbut, nadie conoce al antropólogo Thommas Moore; para nosotros es el “papá barbón”, como se le conoce en la lengua local. Invitamos a Thommas y a quienes han estudiado al pueblo harakbut, a generar espacios con su conocimiento antropológico, no solo hacia afuera sino también para que los jóvenes de la comunidad conozcan los procesos históricos, económicos y sociales locales, y analicen qué se puede hacer.
Wanamei, el árbol de la salvación
Antes no había minería en las dimensiones actuales. Siempre ha habido oro en el territorio harakbut, pero la población local no lo trabajaba con la codicia de hoy en día. En su origen, el pueblo harakbut tuvo una conexión cercana con los incas, refrendado por los distintos relatos que transmiten los abuelos. El oro estaba ahí en pepitas en las cabeceras, algunos lo cogían para usarlo como adornos, pero no lo trabajaban como los incas.
Hasta que llegaron los buscadores de oro. Venían de Cusco con sus paisanos, a quienes explotaban como mano de obra barata. Se instalaron en las playas en cuadrillas, haciendo dos turnos porque venía la creciente y de nuevo había que extraer. Presenté un relato en harakbut al concurso El cuento de las mil palabras en lenguas originarias de la revista Caretas, que obtuvo una mención honrosa, narrando la catástrofe de esta cultura, que fue escenario de distintas invasiones como la minería y no se puede narrar en mil palabras. Mi abuelo quiso una escopeta y del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) le dijeron que llenara dos pomitos de oro con pepitas planas; así comenzaron a hacer trueque con ollas y otras cosas. Los foráneos en un comienzo trabajaban a medias como invitados; hoy la minería ha invadido el territorio y los harakbut dijeron si ellos pueden trabajar, nosotros también.
Consecuencias de la minería en el mundo harakbut
La actividad minera ha depredado importantes extensiones de bosque y hay comunidades que han perdido la totalidad de sus territorios. Se ha generado divisionismo al interior de las comunidades y las que trabajan para la minería han perdido la tradición de trabajo colectivo. Hay un incremento del alcoholismo y de trata de personas, sobre todo mujeres.
Existe un desconocimiento del proceso histórico de la comunidad por parte de la juventud harakbut. Asimismo, se ha afectado la idea de comunidad y de los fines que persigue, de modo que ahora hay diferencia entre las comunidades nativas que son mineras y aquellas que defendemos el territorio –guardianía del bosque–, al punto que recibimos amenazas e intentan sobornar y corromper para hacernos callar y para que no pongamos denuncias.
Daremos nuestras vidas para defender nuestros territorios porque este espacio hermoso es nuestro, es lo que nos han dejado nuestros abuelos. Sin bosque no somos nada, él nos ha permitido resistir la pandemia. Somos guardianes del bosque y lo vamos a seguir siendo. El poder, la gente externa y la globalización absorben, pero quienes mantenemos nuestra esencia no lo vamos a permitir, seguiremos protestando y defendiendo el bosque, buscando aliados y apostando por una economía sostenible. Estamos en ese camino.
Rodrigo Arce Rojas
Universidad Ricardo Palma (Perú)
Si queremos analizar los cambios y transformaciones de la Amazonía sur no nos podemos limitar a indicadores económicos. La imagen de futuro pasa por revisar qué concepciones, ideologías, creencias, paradigmas y etiquetas de desarrollo estamos utilizando para el análisis de la realidad y para diseñar ese futuro. Para acercarnos de mejor manera se necesita hacer una revisión profunda de las bases epistemológicas con las que hemos llegado a los conocimientos actuales, pero también del lenguaje que utilizamos. Por ejemplo, se habla de recurso natural y forestal, capital natural, producción, productividad, competitividad, como palabras normalizadas y necesarias para hacer desarrollo, pero si se revisa de manera más profunda, cuando hablamos de recursos forestales o naturales en general estamos haciendo una cosificación de la naturaleza, lo cual tiene que ver con nuestra base ontológica, si hay naturaleza y cómo nos relacionamos con ella, si hay cultura, o si más bien existe una única realidad imbricada. No hay naturaleza ni cultura, sólo una realidad imbricada.
Lo mismo pasa al definir las bases éticas y estéticas del desarrollo y de cómo se valora. Una cosa es valorar el crecimiento económico por sobre todas las cosas, y otra valorar la vida en todas sus manifestaciones; esto cambia el foco de análisis: una cosa es el éxito en términos empresariales o de exportación, y otra es la medida de una profunda sustentabilidad entre sus componentes, más allá de lo social, económico y ambiental. Podemos utilizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que son necesarios para la sustentabilidad, pero aun así no es suficiente, pues también hay cuestionamientos a lo que entendemos por desarrollo e incluso por desarrollo sostenible, que ha demostrado sus límites, puesto que, aun con institucionalidad y legalidad, hemos superado ampliamente una serie de umbrales ecológicos como el cambio climático, la extinción de biodiversidad, el cambio de uso de la tierra, la alteración de patrones de nitrógeno y fósforo, es decir, con todo y desarrollo sostenible, estamos en déficit. De allí la invitación a identificar cuáles son los cambios necesarios para la armonización de un equilibrio dinámico –pues no hay un equilibrio fijo sino dinámico–.
Con relación a la base ética, es diferente que lo que existe en el bosque sea una cosa o recursos, a que sea un pariente, parte de la vida, la espiritualidad, las deidades, y por tanto será diferente el valor de la vida de cada animal y cada planta, ya no siendo posible reducirlos a únicamente una mercancía, como siempre se ha hecho.
Justamente trabajando el tema del manejo forestal, aun cuando existen avances científicos y tecnología, todavía no podemos decir que manejamos sustentablemente los bosques, pero hay que reconocer que se realizan esfuerzos relevantes de prácticas de manejo de bosques certificados en madera y no maderables, especialmente de castaña. Hay otros avances, entre los que destacan la emergencia de la academia local con las universidades regionales y talentos locales con participación en la toma de decisiones del desarrollo amazónico, así como organizaciones locales que tienen un rol activo en las propuestas de conservación y derechos de los pueblos indígenas.
Quedan, sin embargo, la consolidación de una ontología disyuntiva que separa al ser humano de la naturaleza y la cosifica y reduce a una cosa o mercancía, y el afianzamiento de su mercantilización. Éstos generan importantes impactos y legitiman un modelo de desarrollo a expensas de la naturaleza y la pérdida de ecosistemas y biodiversidad, que no se reduce a la deforestación sino a su fragmentación, y a las consecuencias que eso tiene sobre la viabilidad de que fluya la vida, los ciclos biogeoquímicos, etc.
En cuanto a la contaminación ambiental, el mercurio está presente no solo en los ríos, sino también en el suelo, el aire y la gente. En las comunidades nativas de Madre de Dios constituye un serio problema, con la consecuente afectación de los derechos humanos de los pueblos indígenas, y de sus derechos culturales. La ideología que predomina señala que hay una única manera de alcanzar el desarrollo, instalando nuevos valores que afectan la consistencia de la matriz cultural indígena.
A pesar de ello, hay notables logros con relación a las organizaciones indígenas:
- Un papel importante de Fenamad en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y el tratamiento de los Piaci.
- Avances en gestión y experiencia de Eca Amarakaeri, que ganó un premio de innovación en el desarrollo por sus buenas prácticas en el manejo sostenible y procesos de certificación de castaña a nivel local, y juega un papel fundamental entre las ejecutoras de contratos de administración. También es el caso de Afimad, que ha logrado importantes avances en relación al manejo de castaña.
- Avances con relación a la propuesta de la Red Indígena Amazónica sobre cómo hacer desarrollo desde la cosmovisión indígena con una perspectiva territorial integral y gobernanza propia, lo que permitiría avanzar en el enfoque del buen vivir, vida plena, con árboles en pie. Seguir el modelo de concebir a la selva sólo como una canasta de recursos ha tenido una serie de repercusiones negativas. Justamente, la actual pandemia tiene que ver con la afectación de ecosistemas y esto pasa cuando privilegiamos un derecho sobre otros, pues no se trata del hombre sobre la naturaleza o viceversa, sino que debemos concebir el bienestar de la gente con la felicidad de los bosques, donde también hay vida y seres sensibles.
Entonces, se tiene que revisar los marcos con los que nos acercamos al desarrollo, lo que implica una revisión de las maneras de pensar, sentir y hablar… y de soñar también.
LA MINERÍA HARAKBUT EN LOS RÍOS KARENE Y PUKIRI, HOY
Lucero Reymundo Dámaso
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM)
A las comunidades nativas del pueblo harakbut que se encuentran en los ríos Colorado, Karene y Pukiri, cuyos territorios fueron reconocidos tempranamente en los años ochenta, se puede acceder aproximadamente en siete horas por carretera y trocha desde Puerto Maldonado. En cuanto a su población, el censo suele tener siempre números más bajos de los que existen en realidad, debido a la movilidad de sus pobladores.
Se debe rescatar la importancia de la escopeta y de las herramientas en el proceso de relacionamiento con el inicio de la minería, la sociedad y el Estado nacional, y ahora en el contexto del oro, con el extractivismo que se va consolidando en la región. El acercamiento a las herramientas de metal hace relacionar a las comunidades con el mundo externo, bajo la incertidumbre por las invasiones que sufrían los pueblos y el proceso de contacto con la minería.
La principal actividad a la que se dedican las comunidades es la minería semimecanizada en el territorio, y en pocos casos, minería artesanal. Especialmente se utilizan tracas y carancheras; antes se empleaban chupaderas. Realizan una agricultura de autoconsumo, práctica que está disminuyendo. La región se estableció como una zona minera a partir de los 90, en un proceso que venía de mucho antes. Alrededor de las comunidades hay centros poblados de mestizos dedicados a la minería, que en algún momento fueron campamentos o pequeños lugares que daban servicios a la población minera.
Delta 4 es una invasión dentro del territorio de la comunidad nativa San José de Karene, con muchas ganas de ser formalizada pero que no puede hacerlo porque está dentro de un territorio titulado. Las comunidades nativas de Puerto Luz y San José tienen mucha relación con Delta 1, donde están algunos de los poquísimos servicios de esta zona que comercian combustible para hacer los trabajos de minería, se vende el oro y se compra alimentos. Huepetuhe es la población mestiza que tiene más relación con la comunidad nativa Barranco Chico.
El cordón poblacional mestizo es importante porque al hablar de alternativas productivas hay que tener en cuenta el desorden territorial de los centros mineros que avasallan a las comunidades. Cuando desapareció el Banco Minero se generó desorden y el Estado dio concesiones sin consulta del proceso. Actualmente el 41 % del territorio de San José de Karene está superpuesto, y en Barranco Chico el 54 %. En Puerto Luz la superposición es menor, pero igualmente las invasiones son una amenaza dramática. Las concesiones mineras actuales son sobre todo de titulares no indígenas, mestizos que se prestan muchas veces a la especulación. Hay unas 700 ha que se dividen de a 100 y se venden. Las concesiones, más que un lugar de trabajo, son una herramienta de especulación, donde los titulares lucran sobre un territorio que no trabajan y que no les pertenece.
Hay actores mestizos que generan conflictos sociales, especialmente los “invitados”. El invitado es una modalidad que permite a un no indígena ingresar a trabajar en territorio indígena comunal a cambio de una regalía, y se ha convertido en una figura problemática que genera confrontación al interior de la comunidad por ser considerado un agente deforestador. El pacto es que luego dé algunos gramos de oro a la familia que lo ha invitado; el acuerdo a menudo no se cumple porque ponen pretextos y excusas y hay incumplimiento de las obligaciones económicas. Actualmente hay iniciativas comunales para establecer reglas y deberes a los invitados, con la intención de disminuir su número.
Los “yernos mestizos” son mineros que tienen vínculos con mujeres indígenas y que con frecuencia utilizan este mecanismo como estrategia para insertarse en la comunidad y acceder a los yacimientos auríferos. Es una figura problemática que genera confrontación al interior de las familias. Asociado a esto está el fenómeno del “madresolterismo” en las comunidades como consecuencia de la patrilinealidad, debido a que los yernos mestizos ingresan, contraen vínculos, tienen hijos y luego de un tiempo de extraer mineral se retiran, debilitando la estructura familiar porque el niño se queda sin un padre y a cargo de la familia paterna de la mujer, desconfigurando las relaciones que existían antes.
Las comunidades reconocen que los yernos son personas que están ahí por el oro, pero como tienen un hijo y hay un vínculo consanguíneo es difícil tomar una decisión sobre ellos. El hecho de que las comunidades tengan problemas de concesiones mineras y que los invitados y ellas mismas participen en la minería, ha implicado una pérdida de control de los procesos económicos al interior de las comunidades.
La educación básica regular y superior de los hijos tiene un peso muy importante en las decisiones económicas de las familias que se dedican a la actividad minera. Muchas familias invierten un poco más de tiempo y trabajan más en la minería, le dedican más horas o invierten más en el motor, cuando tienen un hijo en la secundaria –porque la comunidad no tiene un colegio secundario– o en educación superior. Si hacemos un balance entre las familias que se dedican por entero a la minería y a cuántos hijos mantienen en las ciudades, se encuentra que hay una relación directa.
El impacto de la minería en las relaciones de género y crianza, introdujo un nuevo modelo de masculinización que está asociado al alcohol, la violencia y la monetización, expresado en la relación que tienen los jóvenes con los bares y la prostitución. En Boca Colorado y Delta 1 es usual el funcionamiento de prostíbulos y bares. La otra cara de la moneda es la consecuencia de tener hijos abandonados, en una relación de parentesco donde los hijos suelen estar afiliados al patrilinaje; aun cuando esto haya cambiado, existe una gran presión económica sobre las familias con niños que no tienen padre a su cuidado, generando mayor dependencia de la economía del oro.
La alimentación tenía una relación estrecha con las relaciones de género y la producción de alimentos generizados, que ahora se ha roto. Las nuevas pautas de alimentación dependen más de alimentos industrializados y las prácticas agrícolas han disminuido o se han perdido, aunque en la pandemia han sido retomadas. Ahora hay mujeres que están al frente de negocios familiares, como pequeñas bodegas o motor de máquina de minería.
En las comunidades de San José de Karene y Barranco Chico, se ha perdido territorio por deforestación en casi 20 %, y en Puerto Luz es menor. En el río Pukiri hay deforestación no hecha por los harakbut sino por los antiguos patrones mineros, ahora denominados concesionarios, quienes usan documentos sin valor legal porque no están formalizados.
TERCER BLOQUE
RESPUESTAS DE LOS PARTICIPANTES
Yesica Patiachi
El proceso de formación de Delta 1 se dio a través de la invasión de la comunidad nativa Puerto Luz. Los medios de comunicación distorsionaban los hechos presentando a los indígenas como agresores e intransigentes, mostrando el punto de vista de los invasores. En todo esto, el discurso de la carretera como instrumento de progreso está siempre presente.
Las mujeres harakbut desconocen muchas cosas y no tienen educación financiera, ése es el motivo por el que es explotada. Tienen hijos con jóvenes que vienen de fuera y después se van, a veces incluso habiendo dado nombres falsos, lo que trae como consecuencia el rompimiento de la línea familiar harakbut. Hubo un tiempo en que esta situación generó suicidios entre jóvenes cuyo padre era desconocido. La mentalidad de la mujer harakbut consiste en que no sea más que el harakbut. Por otra parte, los estatutos de las comunidades nativas buscan no perder la esencia de la cultura harakbut ni las líneas de clanes, lo cual, desde fuera, a veces puede ser confundido con discriminación.
Las mujeres jóvenes son las más afectadas en su vida y salud con los contagios, pues hay casos de sida y hepatitis. Las meretrices de bares y prostíbulos de zonas mineras con frecuencia se casan con los jóvenes locales indígenas, convirtiéndose en mujeres colonas que posteriormente exigen sus derechos. Esto genera problemas de parentesco, pues usualmente las colonas que son nueras llevan a su familia para trabajar en la minería, y estos nuevos miembros igualmente reclaman derechos individuales; ellos creen tener el control de la comunidad, mas no una actitud de defensa comunitaria del territorio cuando lo amerita. En esto hay mucho interés monetario de por medio.
Se pierde mucho el respeto a los mayores. Al desconocer al sabio, estás perdiendo tus raíces, desconoces tu historia, incluso desaparece el conocimiento de sacar el oro sin contaminar ni depredar el bosque, como se hacía antes. Hay comunidades que se resisten a dejar morir a su cultura y olvidar lo que se es en esencia, y buscan proteger el bosque y su hogar. Para ello, desarrollan estrategias de resistencia refugiándose en el bosque, que es el que ha proveído desde siempre el alimento y el cobijo. Ahora sabemos que se puede realizar actividades sostenibles en el territorio harakbut, que no destruyan la vida y los bosques.
Lucero Reymundo Dámaso
Las comunidades están en un entrampamiento. Hay que extinguir las concesiones que están en sus territorios con personas que no son indígenas y son la mayoría, porque éstas han sido dadas fuera de un proceso de consulta y porque la normativa no les va a permitir formalizar su actividad. Los mineros tienen concesiones mineras con las que especulan, sacan oro y se benefician, pero en el marco legal siguen siendo informales y, por ende, ilegales. El Estado peruano ha metido a las comunidades en este problema y no lo está solucionando. El tema de la minería es una papa caliente que ningún gobierno quiere resolver.
El ordenamiento territorial de Madre de Dios les ha traído más problemas, más entrampamiento, y es importante salir de únicamente la visibilización y actuar de otras formas, especialmente ahora que con la pandemia hay más invasiones y una mayor desprotección de los territorios. Las investigaciones deberían tener repercusión en la formulación de políticas públicas, porque no se trata solo de visibilizar sino, sobre todo, de impactar.
Thommas Moore
Sí hay compatibilidad entre la visión harakbut de la vida y el territorio y la preservación del bosque, con la necesidad del mundo actual en cuanto a la extracción de sus recursos, si el Estado y los políticos respetan los derechos de los pueblos indígenas y sus comunidades y los apoyan en la consolidación de sus derechos. Los harakbut siempre han aprovechado los recursos del bosque, pero lo han hecho de una forma diversificada y sostenible. No han arrasado el bosque, como sí lo hace la minería que destruye su base de subsistencia.
Los derechos formales no deberían tener características de propiedad obligatoriamente. Se puede entender para iniciativas del tipo Yanacocha, si fuera socialmente viable –que no lo es–, o en la minería en la sierra y en la costa que necesita invertir grandes cantidades de dinero, pero aquí no es necesario. Cuando estaba el Banco Minero esto funcionaba y la gente trabajaba relativamente bien. No todos estaban felices, pero era mucho mejor que ahora.
La situación ha cambiado mucho, el precio del oro es mucho más alto, las agresiones más intensas, pero los problemas de fondo no son tanto los mineros, porque los migrantes andinos pobres son víctimas como los harakbut. Otros, que son los titulares de los derechos, viven del trabajo de esa gente. Eso debe terminar. Deben eliminarse los derechos y permitir trabajar a la gente que extrae directamente el oro; hacerlo vivir de eso, pero sin la sobrecarga de diferentes niveles de rentismo y de intermediarios.
Por otra parte, es fundamental que el Estado siga avanzando propuestas como el proyecto Bosques, que compensa a las comunidades por mantener la cobertura forestal; esto debe hacerse más efectivo y más extensivo para permitir que la gente haga su vida en forma tradicional. Las culturas están cambiando, esto no se va a parar –y está bien–, pero no hay que dejar que se sometan al dominio total de la economía extractivista. No es necesario. Ahora hay gastos que requieren de dinero, lo cual no debería ser un problema; sí lo es la dependencia de otros que tienen los capitales para dominarlos. Esto puede ser superado con otro modelo económico, compatible con las culturas tradicionales de los pueblos indígenas, que seguramente van a seguir modificándose, pero deben hacerlo a su manera y ritmo, con menos presiones externas tan fuertes.
CUARTO BLOQUE
REFLEXIONES FINALES
SÍNTESIS / CONCLUSIONES
Yohana Rufinner
Moderadora
El tema de la minería en territorio harakbut es diverso y complejo, como la propia minería de Madre de Dios. Es necesario discutir las implicaciones de la minería en los pueblos originarios a partir de las diferentes visiones del territorio –el wandari–, subrayando la importancia del enfoque etnohistórico, la memoria del desarrollo y cómo llegaron las tecnologías mineras. Asimismo, los procesos de contacto de los mineros con los pueblos harakbut y su desarrollo, y cómo se empezó a tejer unas relaciones sociales que van más allá de la técnica, dando forma a las problemáticas económicas, interétnicas, sociales, amorosas, sexuales, como las de los invitados, los yernos y las altas tasas de madres solteras –el “madresolterismo” –.
Es importante conocer las diferentes miradas del territorio y de la minería desde la perspectiva histórica y antropológica, y desde las propias comunidades, a partir de una visión actual y moderna, las cuales aportan para discutir las controversias y contribuir a la visibilización y resolución de los problemas territoriales de los harakbut y de las comunidades amazónicas de Madre de Dios y otros lugares.
EXTRACTO
Desde la perspectiva de los pueblos indígenas, los harakbut utilizan el término wadari para significar su mundo o territorio. Éste no necesita de demarcaciones en mapas, como la visión occidental de los territorios, ni tienen leyes que distinguen entre tierra, bosque, espacio aéreo y subsuelo, como elementos del territorio, sobre los que muchas veces se dan derechos separados. Para los harakbut, wadari no representa un objeto que tiene características de propiedad y de dominio absoluto –no se puede hipotecar, comprar ni vender–, con linderos definidos, sino que es un espacio de vida plena en todas sus dimensiones, es prácticamente una extensión de la persona donde participa el ser humano y su cultura.
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
Entre los impactos de la Ley General de Minería está el otorgamiento de concesiones mineras con características de propiedad, que superpone tierras de comunidades nativas, tituladas o no, generando conflictos violentos incluso con muertos, entre mineros foráneos y comuneros.
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
La gente trabaja menos en las chacras y se dedica más a la minería, lo que ha devenido en problemas de soberanía alimentaria para las comunidades, pues los frutos silvestres están ahora más lejos. Es interesante, sin embargo, que las mujeres de Puerto Luz han implementado sistemas de agroforestería con cultivo de plantas (huertos) y árboles que antes cosechaban en forma silvestre cerca a sus casas, recuperando semillas que antes no les importaba mucho.
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
Hay que poner menos énfasis en formalizar derechos pues esto no soluciona nada, sólo genera conflictos. Hay una demanda de reformas legales, pues las normas en torno a la minería tienen una visión centralista limeña, por eso no surten una aplicación efectiva. Hace falta una nueva ley para la minería artesanal en pequeña escala, Mape, que esté orientada por la realidad local, que no sea impuesto desde la capital.
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
Es necesario controlar y restringir la compra y venta de oro, así como el alquiler y venta de maquinaria pesada por parte de empresas que la traen y comercializan donde quieren, sin mayor control. Para ello, se debe establecer la banca en zonas de minería aurífera, independientemente de qué figura sea, estatal o privada (Banco de la Nación, banca comercial, nuevo Banco Minero), pues debería haber un banco accesible a los productores de oro, lo que haría posible obligar a la bancarización de sus operaciones de compra y venta del oro, y así permitir la trazabilidad de los movimientos de dinero por la Unidad de Inteligencia Financiera (Uif) y la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS).
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
Se debe extinguir todo derecho minero en los territorios de las comunidades nativas por parte de gente ajena a éstas, así como permitir la minería artesanal con motobombas e incluso tracas y carrancheras, exclusivamente por comuneros, de manera que sea compatible con los incentivos por no deforestar del Programa Bosques.
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
Las culturas están cambiando, esto no se va a parar –y está bien–, pero no hay que dejar que se sometan al dominio total de la economía extractivista. No es necesario. Ahora hay gastos que requieren de dinero, lo cual no debería ser un problema; sí lo es la dependencia de otros que tienen los capitales para dominarlos. Esto puede ser superado con otro modelo económico, compatible con las culturas tradicionales de los pueblos indígenas, que seguramente van a seguir modificándose, pero deben hacerlo a su manera y ritmo, con menos presiones externas tan fuertes.
Thomas Moore. Centro Eori de Investigación y Promoción Regional.
La actividad minera ha generado divisionismo al interior de las comunidades y las que trabajan para la minería han perdido la tradición de trabajo colectivo.
Yesica Patiachi. Docente de Educación Intercultural Bilingüe (EIB).
Daremos nuestras vidas para defender nuestros territorios porque este espacio hermoso es nuestro, es lo que nos han dejado nuestros abuelos. Sin bosque no somos nada, él nos ha permitido resistir la pandemia. Somos guardianes del bosque y lo vamos a seguir siendo. El poder, la gente externa y la globalización absorben, pero quienes mantenemos nuestra esencia no lo vamos a permitir, seguiremos protestando y defendiendo el bosque, buscando aliados y apostando por una economía sostenible. Estamos en ese camino.
Yesica Patiachi. Docente de Educación Intercultural Bilingüe (EIB).
Se pierde mucho el respeto a los mayores. Al desconocer al sabio, estás perdiendo tus raíces, desconoces tu historia, incluso desaparece el conocimiento de sacar el oro sin contaminar ni depredar el bosque, como se hacía antes. Hay comunidades que se resisten a dejar morir a su cultura y olvidar lo que se es en esencia, y buscan proteger el bosque y su hogar. Para ello, desarrollan estrategias de resistencia refugiándose en el bosque, que es el que ha proveído desde siempre el alimento y el cobijo. Ahora sabemos que se puede realizar actividades sostenibles en el territorio harakbut, que no destruyan la vida y los bosques.
Yesica Patiachi. Docente de Educación Intercultural Bilingüe (EIB).
La educación básica regular y superior de los hijos tiene un peso muy importante en las decisiones económicas de las familias que se dedican a la actividad minera. Muchas familias invierten un poco más de tiempo y trabajan más en la minería, le dedican más horas o invierten más en el motor, cuando tienen un hijo en la secundaria –porque la comunidad no tiene un colegio secundario– o en educación superior. Si hacemos un balance entre las familias que se dedican por entero a la minería y a cuántos hijos mantienen en las ciudades, se encuentra que hay una relación directa.
Lucero Reymundo Dámaso. Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
La alimentación tenía una relación estrecha con las relaciones de género y la producción de alimentos generizados, que ahora se ha roto. Las nuevas pautas de alimentación dependen más de alimentos industrializados y las prácticas agrícolas han disminuido o se han perdido, aunque en la pandemia han sido retomadas. Ahora hay mujeres que están al frente de negocios familiares, como pequeñas bodegas o motor de máquina de minería.
Lucero Reymundo Dámaso. Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
Las investigaciones deberían tener repercusión en la formulación de políticas públicas, porque no se trata solo de visibilizar sino, sobre todo, de impactar.
Lucero Reymundo Dámaso. Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).